Goel

Entre los múltiples títulos que se aplican en la Sagrada Escritura al Dios de Israel como libertador, salvador y redentor de su pueblo, el de Goel es relativamente tardío. Se encuentra sobretodo en el Deutero-Isaías y en la tradición sacerdotal. Antes de serle aplicado a Dios, el término Goel era simplemente una expresión del derecho consuetudinario familiar hebreo. La teología israelita lo va a buscar a las rencillas de entre-casa. Lo toma de los tribunales de ancianos, sentados para juzgar en las puertas de las ciudades.


1.- El Goel es un pariente.
Uno de la familia, ligado por vínculo de sangre y, normalmente, también de afecto. Es un hermano carnal, en su defecto el tío paterno o sus hijos (primos) y en el último término cualquier otro pariente. En virtud de este vínculo de parentesco el Goel tiene con sus parientes una relación que implica derechos y correlativas obligaciones. Su función específica es la de proteger (sentido primitivo de la raíz ga'al), la de ayudar al pariente necesitado, débil, oprimido, víctima de injusticia o lesionado en sus derechos e incapaz de ayudarse por sí mismo. Abogado, garantía económica, apoyo financiero.  El Goel debe liberar o rescatar a su pariente de la esclavitud en el caso de que haya debido venderse como esclavo a un extranjero. Es también el que debe comprar las tierras al pariente que se ve obligado a venderlas, para que de ese modo se pueda evitar que salgan de la familia (Dt 24) (1000 ac). Sobre el Goel pesa también la obligación del levirato, o sea la de tomar como esposa a la viuda del pariente difunto sin hijos, para engendrar en ella hijos que serán considerados descendencia de su pariente (Dt 25, 5-10) (Rut 3). Ya en la esfera del derecho criminal, pesa sobre el pariente la obligación de vengar la sangre de los suyos. La palabra Goel, en este sentido significa vengador.


2.- Dios - Goel: hacia el descubrimiento del parentesco.
No es por casualidad que surgió en Israel la convicción de que Dios era un Goel de su pueblo. Siempre ha habido esferas del desamparo humano que está más allá de toda ayuda, donde ningún hombre puede (o quiere) ya proteger o ayudar. Aunque no se le aplicara a Dios el título de Goel, la estructura de su acción en beneficio de las estériles, de los más abandonados era la de Goel. El defendía la causa de las viudas y los huerfanos que carecian de todo pariente capaz de defenderlos. Siempre hay alguien que se queda totalmente solo, o cuyos parientes son igualmente pobres e impotentes, o simplemente se desatienden de ellos. Que esto último sucedía, nos lo demuestra el hecho de que existía incluso un símbolo jurídico para expresar la renuncia a los derechos y deberes del goelato: quitarse las sandalias. Cuando el profeta Amos reprocha a Israel que vende a los pobres por un par de sandalias (Am 2,6; 8,6) está, posiblemente; haciendo referencia a un abuso en este ámito, donde posiblemente el Goel vendía sus derechos y usaba en provecho propio un atributo que debía haber beneficiado a otros. En vez de redimir a sus parientes oprimidos, lucraba en su desgracia.

Esta monstruosa inversión del orden jurídico, que aplastaba a los más débiles con los mismos instrumentos establecidos para su defensa horrorizaba a Amos. Era una repudiable transgresión de la berít-ajím, de la alianza de los hermanos (Am 1,9), este pecado del que se habían hecho culpables de alguna manera todos los pueblos semíticos vecinos (Am 1,1-15), consanguineos, aunque más no sea que remotamente, alcanzaba en Israel sus formas más temibles y aberrantes, más repugnantes a los ojos del Aliado fiel. Ante esta nefasta corrupción de los Vínculos de la Alianza, se estremece la tierra (Am 1,1) y Dios se siente lleno de un reencor inextinguible, eterno. Es que el Dios de la alianza es el que dice a sus fieeles: "tu hijo será mi hijo", es el que hace de la de descendencia de su aliado una descendencia propia, y el que considera su tierra como la Tierra que dará a los israelitas, en herencia para que habiten en ella. Este Dios siente como vejamen contra EL mismo, lo que se hace con sus parientes pobres. Se convierte así en el Goel vengador, que nos estremece en las páginas de Amos, el vengador de la sangre de los suyos, con los que se siente solidario. Los que los oprimen son enemigos.

La teología del Dios-Goel, no se ha explicitado aun Amos, pero subyace tácita, a nivel de las motivaciones éticas implícitas. Aquellas por las cuales el pecado es pecado, por las cuales la maldad es maldad.


3. Dios-Goel: Dios-pariente de los pobres
Recién después del Exilio (760 a. C.), la teología de Dios-Goel se hace explícita. El Dios de Israel tiene con su resto una relación de parentesco, que no por ser en virtud de la Alianza, es menos fuerte. Y como pariente poderoso, se siente obligado a salvar a su pueblo, cuando éste ha caído en desgracias de las que no puede salir por sus propias fuerzas. Dios, que es el primero y el último, está con los últimos (Is 44,6 y 41,4) según la hermosa traducción de Luis Alonso-Schóckel.
Con el Deutero-Isaias y la tradición sacerdotal, se enriquece pues la teología bíblica de la liberación. Este enriquecimiento consiste en una explicitación de los móviles y los fundamentos de la acción liberadora de Dios. Esta explicitación se condensa en la aplicación del título de Goel al Dios salvador. Y es a la luz de este titulo que se debe interpretar la evolución paralela de la teología de los pobres de Yavé y de los justos oprimidos, que encuentran su expresión máxima en el Siervo de Yavé.


4.- Dios-Padre. Nuevo Testamento: Nuevo Parentesco
Si la liberación se presenta en el AT como una liberación en beneficio de los "parientes pobres y oprimidos" del Señor, el Nuevo Testamento empalma con esta teología. Desde el Magníficat. Desde el prólogo de Juan: "a los que creen en su Nombre, les dio la potestad de llegar a ser Hijos”.

El Dios del NT, es un Dios que glorifica a su Hijo. A un Hijo que renunció (no perdió) a la gloria que tenia junto al Padre. Y por cumplir la voluntad del Padre derramó su sangre. Justo muerto sin descendencia según la carne, pero a quien el Padre dio una descendencia de creyentes. Si no se dice explícitamente que el Padre sea el Goel del Hijo y de todos los que por creer en el Hijo se convierten en hijos del mismo Padre; parece que las estructuras del goelato siguen presentes en el NT.
Es cierto, que estos nuevos hijos "no nacen de la carne, ni de la sangre, ni de la voluntad de hombre, sino de Dios", es decir del agua y del Espíritu, vuelven a nacer por su fe en Jesús. Por este nacimiento, entran en una relación de parentesco, mas aún, de filiación con el Dios-Padre que es Padre-Goel. Con esa misión ha sido enviado el Hijo: a salvar lo que se habían perdido. El Hijo tiene una misión de Goel, de rescate y liberación de sus hermanos, es decir, de aquellos que crean en su Nombre.
Esta misión sólo podía cumplirla Jesús. Permítasenos a este respecto aventurar una exégesis del testimonio del Bautista, (Mc 1,7 pero sobre todo Lc 3,16 y Jn 1,27).


5.- Mesías-Goel: Jesús. “No soy digno de desatar sus sandalias”
El Bautista declara que "detrás de él viene uno a quien no es digno de desatarle las sandalias". Este "esta en medio de vosotros y vosotros no lo conocéis", "es más fuerte que yo", "él os bautizará en Espíritu".
Se propone con esta declaración, según Lucas, disuadir a la turba que se pregunta si no será él el Cristo. Según Juan, da esta respuesta a los que lo interrogan, por mandato de autoridades, acerca de su identidad, en este mismo sentido; más que como expresión convencional de humildad, hay que interpretar esta expresión en un sentido escatológico bien determinado. Juan Bautista declara que no es el Cristo, el salvador. Y quiere sin duda hacerlo de forma clara e inequívoca, en respuesta a una pregunta que no pretende eludir. Para nuestro efecto es irrelevante entrar en la discusión de esta frase, desde el punto de vista de la historia redaccional.

Sólo queremos proponer la siguiente posible interpretación:
El Bautista echa mano de una imagen tomada de los procedimientos jurídicos en tomo a la institución del goelato. El que retiraba el calzado al goel, tomaba sobre sí la obligación que el goel le cedía (Ruth 4,7-8; Deut 25,9-10). En muchos pasajes de Isaías, como en 35,9, el Goel es el Mesías que rescatará de la servidumbre o esclavitud del pecado. Si esta asociación persistía, y es muy probable que así fuera, en tiempos de Jesús, la expresión del Bautista habría equivalido a una profesión de fe Mesiánica en Jesús, al mismo tiempo que una declaración clara de que no se consideraba digno de tomar sobre sí un derecho de goelato que no le correspondía. Ni aún en el hipotético caso de que Jesús (que era pariente suyo) hubiera querido renunciar a él y cedérselo.

No es nuestra intención insistir en esta hipótesis exegética. Sólo la expusimos para ilustrar sugerentemente el hecho de que Jesús participa de la Misión de Goel, es decir, de liberador de los suyos, de los que son sus parientes a través de un nuevo nacimiento: la fe en El.

El contexto bautismal del testimonio del Bautista, invita también a considerar que en el Deutero-Isaias, la acción liberadora del Dios-Goel, va asociada a una imposición de nombre (43,1; 44,5) cuyo sentido ha de buscarse quizás también en usos relativos a la institución del goelato. Hay que notar en este sentido la importancia que cobran los nombres en el libro de (Ruth 4,9-17) dentro del contexto y de la finalidad de las instituciones del goel y el levir.
Las vecinas dieron al hijo de Ruth el nombre de Obed: Siervo. Este fue el abuelo del Rey David. Cuando Dios- Padre da al Hijo un Nombre que está sobre todo Nombre, un nombre de Rey ante el cual se doblará toda rodilla en los cielos y en la tierra, está llevando a término, después de muchas generaciones, su obra de liberación, como el Goel, el que rescató a Obed, el siervo, de su servidumbre.

Dios es un Dios que libera. Libera a los suyos, como Goel, ligado por vínculos de parentesco. Un parentesco que no es según la carne, ni la voluntad de Dios, sino según la fe en Cristo-Jesús. Y en los que creen en su nombre, el Espíritu clama: ¡Padre! y ruega: ¡Libéranos del mal! Y si nosotros, siendo malos, damos a nuestros hijos cosas buenas...

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