Significado:
La
palabra "Liturgia" en el Nuevo Testamento es empleada para designar
no solamente la celebración del culto divino (cf Hch 13,2; Lc 1,23), sino
también el anuncio del Evangelio (cf. Rm 15,16; Flp 2,14-17. 30) y la caridad
en acto (cf Rm 15,27; 2 Co 9,12; Flp 2,25). En todas estas situaciones se trata
del servicio de Dios y de los hombres.
En
la celebración litúrgica, la Iglesia es servidora a imagen de su Señor, el
único "Liturgo" (cf Hb 8,2 y 6) del cual ella participa en su
sacerdocio, es decir; en el culto, anuncio y servicio de la caridad.
En
la liturgia, la Iglesia celebra principalmente el Misterio pascual por el que
Cristo realizó la obra de nuestra salvación. Por este misterio, `con su muerte
destruyó nuestra muerte y con su resurrección restauró nuestra vida'. Pues del
costado de Cristo dormido en la cruz nació el sacramento admirable de toda la
Iglesia.
La
liturgia es, pues, el servicio que el hombre da a Dios, porque Él se lo merece.
Y trae aparejada nuestra propia santificación, es decir; gracias a la liturgia
nosotros nos vamos santificando, purificando, pues quien entra en contacto con
Dios, recibe ese fuego divino que calienta, purifica y perfecciona.
Hoy
ya entendemos la liturgia como el culto oficial de la Iglesia, nuevo Pueblo de
Dios, a la Santísima Trinidad, para adorarle, agradecerle, implorarle perdón y
pedirle gracias y favores.
Desde
el comienzo del movimiento litúrgico, hasta nuestros días, se han propuesto
muchas definiciones de liturgia y todavía no existe una que sea admitida
unánimemente, dada la riqueza encerrada en dicho misterio. Sin embargo, todos
los autores admiten que el concepto de liturgia incluye los siguientes
elementos: la presencia de Cristo Sacerdote, la acción de la Iglesia y del
Espíritu Santo, la historia de la salvación continuada y actualizada a través
de signos eficaces, que son los sacramentos, y la santificación del culto.
La
liturgia es del presente, pero apunta hacia el futuro; es de este mundo, pero
apunta hacia una realidad que trasciende la experiencia presente. Es del presente,
porque celebra y hace real la presencia entre nosotros de Dios que salva al
mundo y al hombre en Cristo, pero esa misma presencia nos hace penosalmente
conscientes de cuán lejos estamos del Reino de Dios. Es un llamado para vivir y
actuar por los valores de Dios, que no son los valores de una sociedad que toma
como un hecho la desigualdad, la competitividad, los prejuicios, la
infidelidad, las tensiones internacionales y el consumismo sin fronteras.
Los
valores de Dios son el amor, la verdad, la paz y la gracia.
De
esta manera, la liturgia es de este mundo, pero apunta hacia un modo de vivir
en el mundo que reconoce su profundo significado. La liturgia aprovecha todos
los elementos de la vida humana. Nos enseña a usar nuestro cuerpo y nuestra
alma para manifestar la presencia de Dios, para darle culto y servirlo, y para
llevar su Palabra y sanar a los demás.
Así
pues, en la noción de liturgia que ofrece el Concilio podemos definirla como la
función santificadora y cultual de la Iglesia, esposa y cuerpo sacerdotal del
Verbo encarnado, para continuar en el tiempo la obra de Cristo por medio de los
signos que lo hacen presentes hasta su venida.
Lo
litúrgico y lo no litúrgico
Son
acciones litúrgicas (lo litúrgico) aquellos actos sagrados que, por institución
de Jesucristo o de la Iglesia, y en su nombre, son realizados por personas
legítimamente designadas para este fin, en conformidad con los libros
litúrgicos aprobados por la Santa Sede, para dar a Dios, a los santos ya los
beatos el culto que les es debido. Lo no litúrgico son las demás acciones
sagradas que se realizan en una iglesia o fuera de ella, con o sin sacerdote
que las presencie o las dirija (a estas también se les llama ejercicios
piadosos).
•
Lo litúrgico es
lo que pertenece al entero cuerpo eclesial y lo pone de manifiesto y constituye
la eficacia objetiva de los actos de culto.
•
Los ejercicios
piadosos evocan el misterio de Cristo únicamente de manera contemplativa y
afectiva.
La
eficacia de los actos litúrgicos depende de la voluntad institucional de Cristo
y de la Iglesia, y de que se cumplan necesariamente las condiciones para su
validez; por eso estos actos actualizan la presencia del Señor.
La
eficacia de los ejercicios piadosos depende tan sólo de las actitudes
personales de quienes toman parte en ellos.
La
liturgia como fuente de Vida:
La
Liturgia, obra de Cristo, es también una acción de su Iglesia. Realiza y
manifiesta la Iglesia como signo visible de la comunión entre Dios y de los
hombres por Cristo. Introduce a los fieles en la Vida nueva de la comunidad.
Implica una participación "consciente, activa y fructífera" de todos.
La
liturgia debe ser precedida por la evangelización, la fe y la conversión; sólo
así puede dar sus frutos en la vida de los fieles: la Vida nueva según el
Espíritu, el compromiso en la misión de la Iglesia y el servicio de su unidad.
Oración
y Liturgia:
La
Liturgia es también participación en la oración de Cristo, dirigida al Padre en
el Espíritu Santo. En ella toda oración cristiana encuentra su fuente y su
término. Por la liturgia el hombre interior es enraizado y fundado (cf Ef
3,16-17) en "el gran amor con que el Padre nos amó" (Ef 2,4) en su
Hijo Amado. Es la misma "maravilla de Dios" que es vivida e
interiorizada por toda oración, "en todo tiempo, en el Espíritu" (Ef
6,18)
Catequesis
y Liturgia:
La
catequesis está intrínsecamente unida a toda la acción litúrgica y sacramental,
porque es en los sacramentos, y sobre todo en la Eucaristía, donde Jesucristo
actúa en plenitud para la transformación de los hombres.
Liturgia de la palabra
La
"Liturgia de la Palabra" se compone de lecturas, de cantos, de
meditación silenciosa que permita asimilar lo escuchado, de predicación, del
símbolo de la fe y de oraciones. Ese alimento, extraído de la Biblia, nutre la
fe del creyente y le prepara el corazón para que luego asimile el Cuerpo
Eucarístico del Señor.
Así
la Palabra se complementa con el Sacramento. Que son los dos pilares que
sostienen el edificio de la Iglesia.
Palabra
de Dios:
Durante
la "Liturgia de la Palabra", la asamblea cristiana escucha las
lecturas de la Biblia, como si fuesen una carta recibida de Dios.
El
número de las lecturas puede variar; son dos en los días de la semana, tres los
domingos y más numerosas en algunas celebraciones como las vigilias de Pascua o
Pentecostés. En cada una de esas lecturas es Dios quien habla a su pueblo.
La plegaria
de cada participante podrá ser: "Habla, Señor que tu siervo escucha";
y el canto de su corazón: "Tu Palabra me da vida, tu palabra es eterna".
Al finalizar cada lectura se oye la aclamación "Palabra de Dios",
toda la asamblea responde alborozada: "Te alabamos Señor". Gracias
porque quisiste de nuevo hablar con tu pueblo, gracias porque una vez más nos
dices tu amor.
El
Concilio Vaticano II pidió que se abrieran los tesoros de las Sagradas
Escrituras para el enriquecimiento espiritual del pueblo cristiano. Para
obedecer ese deseo se escogieron de los 46 libros del Antiguo Testamento las
páginas más bellas que durante ocho siglos fueron escribiendo casi un centenar
de autores, desde entonces se leen de la siguiente manera:
•
Primera
Lectura (La Ley y los Profetas)
En
la primera lectura de la Liturgia de la Palabra solemos escuchar un párrafo de
la Ley Mosaica, un episodio de la historia de Israel, un fragmento de los
libros proféticos o unas frases de la Sabiduría popular del pueblo elegido.
Todos esos libros del primer Testamento nos hablan del Cristo que los profetas
anhelaban y que en el Nuevo Testamento se presenta como quien viene a llevar la
plenitud de la ley y no a abolirla.
El
mismo Jesús nos dijo que a El se referían los libros del Antiguo Testamento,
cuando se aplicó un pasaje de Isaías (Lucas 4,21) o cuando afirmó que debía
cumplirse lo que acerca de Él estaba escrito "en la Ley de Moisés, en los
profetas y en los Salmos" (Lucas 24,44)
•
El Salmo
El
"Salmo responsorial" o "gradual", ocupa su lugar tras la
primera lectura y sirve para reforzar la enseñanza o ayudar en la meditación de
alguna de las ideas proclamadas. Como la asamblea responde con un refrán a los
versos del Salmo, a éste se llama "responsorial" y se le designa como
"gradual" porque antes se cantaban desde las gradas reservadas a los
cantores.
Los
Salmos son un conjunto de 150 poesías hebreas, Cristo los usó en su predicación ( cfr. Salmo 110 en Mateo
22,41) o en su plegaria (Mc 14,26). Mientras agonizaba en la cruz estuvo
diciendo el Salmo 22.
Los
Salmos pueden enseñarnos a orar. En ellos encontramos las dos grandes opciones
de la plegaria: la petición y la alabanza. Nos dan las más bellas palabras para
pedir y alabar. Es Dios mismo quien por medio de ellos, nos enseña a hablarle,
como lo hace un padre con su hijo. Con tal Maestro estamos seguros de acertar,
porque "Solo Dios habla bien de Dios"
Cuando
escuchemos el Salmo, en la liturgia, acallemos el bullicio exterior, paladeemos
las palabras sagradas, y dejemos que Dios nos hable y que quien le conteste sea
nuestro propio corazón.
•
Segunda
Lectura (La carta del Apóstol)
Epístola
es una palabra latina que significa "Carta". Con ese título se
designan varios escritos de Pablo, Pedro, Juan, Judas, Santiago, o de algunos
discípulos que publicaban sus obras usando como seudónimo el nombre de algunos
de los doce.
Algunas
de esas epístolas son verdaderas cartas, otras son copias de homilías o
predicaciones de la primera Iglesia.
Las
Epístolas de Pablo son catorce cartas que configuran el "Cuerpo
Paulino". Algunas las escribió el Apóstol de los gentiles personalmente o
compartiendo la responsabilidad con algunos de sus discípulos, otras como la de
los Hebreos se deben a cristianos del siglo primero, influenciados por el
pensamiento de San Pablo. Es importante leer y conocer el pensamiento paulino.
Ese es un nutritivo alimento para vigorizar nuestra vida cristiana. Allí se aprende
a amar a Jesucristo y a trabajar por Él.
•
El Aleluya
Aleluya,
significa alabanza a Yahvé en hebreo y corresponde al "Gloria de
Dios" que se escucha de continuo en los ambientes de la Renovación
Carismática. Aleluya era la gran oración de los israelitas ante Dios. Once
Salmos empiezan con esa palabra y, con ella terminan trece, porque los Salmos
son ante todo una alabanza.
•
En los primeros
siglos de la Iglesia sólo se cantaba "Aleluya" el día de la Pascua.
Al correr los años, el Aleluya se cantó durante todo el tiempo Pascual, luego
los domingos y finalmente todos los días del año, excepto en el tiempo de
Cuaresma.
•
El Evangelio.
Evangelio
significa "Buena Nueva", "feliz noticia". El Evangelio es
el anuncio gozoso de que la liberación ha llegado, es el dichoso pregón de que
"se ha manifestado la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor a los
hombres" (Tit 3,4). El Evangelio es la presentación de Jesús ante los
hombres. El Evangelio es Jesucristo. Es ante todo la persona, la obra, las
enseñanzas de Jesús, y sólo en segundo lugar, el libro en donde se nos habla de
la vida de Cristo y de su mensaje.
La
Iglesia heredó de las comunidades cristianas del siglo primero, cuatro libros
que nos anuncian la vida y la obra de Jesús:
◦
El primero de
esos libros se atribuye a Mateo; quien se esfuerza en presentar a Jesús como la
respuesta a las expectativas del antiguo Testamento. Por eso es fácil encontrar
en ese Evangelio la frase: "para que se cumpliese lo escrito por el
Profeta". Mateo nos presenta a Jesús como Nuevo Moisés, como nuevo David,
como la personificación del Nuevo Israel.
◦
A Marcos,
discípulo de Pedro, se le atribuye el segundo Evangelio, el más corto y el más
concreto de los cuatro Evangelios: se preocupa más de lo que Jesús hace que de
cuanto dice. En Marcos resuena la pregunta: ¿Quién es éste? ¿Qué doctrina es
ésta? ¿De dónde saca tanto poder?, y la respuesta a que todos van llegando es:
Éste es el Hijo del Hombre, éste es el Cristo, el Hijo de Dios.
◦
A la pluma de
Lucas se debe el tercer Evangelio. Lucas es un escritor deseoso de evangelizar
paganos, samaritanos, y de proclamar que la salvación es para todos los
hombres: los pecadores, los publicanos, los ladrones, los pobres, los niños,
las viudas.
Lucas
es el evangelista que nos habla de la oración y del Espíritu Santo. Es el que
se refiere a Jesús con el espléndido nombre de Señor.
◦
Juan aparece como
el autor del cuarto Evangelio. Es el teólogo que medita en la vida de Cristo y
en la vida de la Iglesia, los Sacramentos del bautismo y de la Eucaristía.
La Liturgia de la Palabra nos regala cada domingo con
la lectura de un párrafo de alguno de los Evangelios. Oigámosle de pie en señal
de respeto, pues es el pensamiento y la palabra misma de Cristo lo que podemos
escuchar.
La
Homilía:
El
Concilio Vaticano y la Renovación de la Iglesia precisan lo que debe ser la
homilía: una conversación familiar por la que un pastor de almas alimenta su
rebaño y le ayuda a aplicar en las circunstancias concretas de la existencia el
mensaje del Evangelio.
La
homilía debe revelarnos la voluntad de Dios, expresada en la Palabra, como si
fuese un revelador fotográfico. Así debe ser la homilía una vez proclamada la
Palabra de Dios en las lecturas y cánticos, la homilía ayuda a tomar conciencia
de ella, explicando los términos oscuros, las expresiones difíciles, anunciando
la llegada del Reino, llamando a la conversión, animando a la perseverancia y
al crecimiento, aplicando el mensaje revelado a la vida diaria, urgiendo el
compromiso.
Una
bella homilía fue la que predicó Jesús cuando leyó un texto de Isaías y lo
explicó diciendo: "Esta escritura se cumple hoy". Los ojos de todos
estaban fijos en él y Él hablaba como no hay profeta bien recibido en su
tierra. Los que le escuchaban se llenaron de ira contra él, porque Jesús les
descubría su mal, y ellos rehusaban la conversión.
Algo
así debería suceder hoy. Aplicarnos las Palabras de Dios en el hoy de nuestra
vida y convertirnos a él y amarlo más. No salir diciendo que la predicación
estuvo aburrida, divertida, elocuente, superficial o hermosa, sino examinando
qué cambio quiere Dios en nuestra vida. Para algo nos habla. Él es el
definitivo responsable de la Palabra que nos interpela.
El
símbolo de la Fe:
Al
Credo lo designamos con el nombre de "símbolo de la fe" porque sirve
como signo de reconocimiento. Cuando escuchamos que un vecino, a quien tal vez
nunca antes le habíamos visto, profesa el Credo, podemos decir: "¡Este es
un hermano. Tiene la misma fe. Cree en el mismo Padre. Acepta al mismo Señor
Jesucristo. Ha recibido en el bautismo al mismo Espíritu de Dios!". Al
Credo lo llamamos símbolo porque permite reconocer a quien lo recita como
auténtico hermano en el Señor.
El
Credo es también un resumen de la fe. En el Nuevo Testamento encontramos
algunas fórmulas de fe muy concisas, como "Jesús es el Señor". A
partir de esas fórmulas breves, la fe cristiana expresó su conocimiento de
Jesús nacido, muerto y resucitado, ascendido a la derecha del Padre, como Señor
y juez del Universo. A esa confesión de fe en Jesucristo se unió otra profesión
en Dios Padre Creador, en el Hijo Eterno que se hizo carne y en el Espíritu que
resucita a los muertos.
Eucaristía:
En
la última Cena, Cristo instituyó el sacrificio y banquete pascual, por el que
el sacrificio de la cruz se hace continuamente presente en la Iglesia cuando el
sacerdote, representando a Cristo el Señor, realiza lo mismo que el Señor hizo
y encomendó a sus discípulos que hicieran en memoria de él.
“Cristo
tomó el pan y el cáliz, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos,
diciendo: Tomad, comed, bebed; éste es mi Cuerpo; éste es el cáliz de mi
Sangre. Haced esto en conmemoración mía”.
Por eso, la Iglesia ha ordenado toda la celebración de la Liturgia eucarística
con estas partes, que responden a las Palabras y a las acciones de Cristo.
En
efecto:
•
En la preparación
de los dones, se llevan al altar pan, vino y agua, o sea los mismos elementos
que Cristo tomó en sus manos.
•
En la Plegaria
eucarística se da gracias a Dios por toda la obra de la salvación; y se hace la
ofrenda del Cuerpo y la Sangre de Cristo.
•
Por la fracción
del pan y por la Comunión de los fieles, reciben de un único pan el Cuerpo y de
un único cáliz la Sangre del Señor, del mismo modo que los Apóstoles lo
recibieron de manos del mismo Cristo.
Preparación
de los dones:
Al comienzo de la liturgia eucarística se llevan al
altar los dones que se convertirán en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
En primer lugar se prepara el altar o mesa del Señor,
que es el centro de toda la liturgia eucarística, y se colocan sobre él el
corporal, el purificador, el Misal y el cáliz. Luego se traen las ofrendas: es
de desear que el pan y el vino sean presentados por los fieles; el sacerdote o
el diácono los recibe en un lugar adecuado para llevarlos al altar. Aunque los
fieles ya no contribuyan con el pan y el vino destinados a la liturgia, como se
hacía antiguamente, no obstante, el rito de presentarlos conserva su fuerza y
significado espiritual.
También se puede recibir dinero u otros dones para los
pobres o para la iglesia, traídos por los fieles o recolectados en la nave de
la iglesia, y que se colocarán en un lugar conveniente, fuera de la mesa
eucarística.
La cruz alta acompaña la procesión en la que se llevan
las ofrendas mientras que el canto del ofertorio se prolonga por lo menos hasta
que las ofrendas han sido colocadas sobre el altar. El canto siempre puede
acompañar los ritos del ofertorio, incluso cuando no hay procesión de dones.
El sacerdote coloca el pan y el vino sobre el altar,
diciendo las fórmulas establecidas, puede incensar los dones colocados sobre el
altar, luego la cruz y el altar, para significar que la oblación de la Iglesia
y su oración suben como incienso hasta la presencia de Dios. Después el
sacerdote, por causa de su sagrado ministerio, y el pueblo, en razón de su
dignidad bautismal, pueden ser incensados por el diácono o por otro ministro.
Luego el sacerdote se lava las manos al costado del
altar, expresando por este rito el deseo de purificación interior.
Oración
sobre las ofrendas:
Una vez depositadas las ofrendas en el altar y
concluidos los ritos correspondientes, con la invitación a orar junto con el
sacerdote y la oración sobre las ofrendas, se concluye la preparación de los
dones y se prepara la Plegaria eucarística.
En la Misa se dice una sola oración sobre las
ofrendas, que concluye con la terminación breve: Por Jesucristo nuestro Señor;
y si al final se hace mención del Hijo: Que vive y reina por los siglos de los
siglos.
Plegaria
eucarística:
Ahora comienza el centro y cumbre de toda la
celebración: la Plegaria eucarística, es decir, la Plegaria de acción de
gracias y de santificación. El sacerdote invita al pueblo a elevar los
corazones al Señor en la oración y acción de gracias y lo asocia a la oración
que, en nombre de toda la comunidad, él dirige a Dios Padre, por Jesucristo en
el Espíritu Santo. El sentido de esta oración es que toda la asamblea de los
fieles se una con Cristo en la alabanza de las maravillas de Dios y en la
ofrenda del sacrificio. La Plegaria eucarística exige que todos la escuchen con
respeto y en silencio. Los principales elementos de la Plegaria eucarística
pueden distinguirse de esta manera:
✔ Acción de gracias (que se expresa principalmente en el Prefacio), en la cual el
sacerdote, en nombre de todo el pueblo santo, glorifica a Dios Padre y le da
gracias por la obra de la salvación o por algún aspecto particular de la misma,
según los diversos días, fiestas o tiempos.
✔
Aclamación: con ella toda la comunidad, uniéndose a las virtudes
celestiales, canta el Santo. Esta aclamación, que forma parte de la Plegaria
eucarística, es proferida por todo el pueblo junto con el sacerdote.
✔
Epíclesis: con ella la Iglesia, por medio de invocaciones
peculiares, implora la fuerza del Espíritu Santo, para que los dones ofrecidos
por los hombres sean consagrados; es decir, se conviertan en el Cuerpo y la
Sangre de Cristo, y para que la víctima inmaculada que se va a recibir en la
Comunión, sea para salvación de quienes van a participar de ella.
✔
Narración de
la institución y consagración: por
las Palabras y acciones de Cristo, se realiza el sacrificio que el mismo Cristo
instituyó en la última Cena, cuando ofreció su Cuerpo y Sangre bajo las
especies de pan y vino, y lo dio a sus discípulos como comida y bebida y les
dejó el mandato de perpetuar el misterio.
✔
Anámnesis: con ella la Iglesia, cumpliendo el mandato que
recibió de Cristo el Señor por medio de los Apóstoles, realiza el memorial del
mismo Cristo recordando especialmente su bienaventurada pasión, su gloriosa
resurrección y su ascensión al cielo.
✔
Oblación: por
ella, en este memorial la Iglesia, y principalmente la que está aquí y ahora
congregada, ofrece al Padre en el Espíritu Santo la víctima inmaculada. La
Iglesia procura que los fieles no sólo ofrezcan la víctima inmaculada, sino que
también aprendan a ofrecerse a sí mismos,
se perfeccionen día a día por Cristo mediador en la unión con Dios y
entre sí, para que finalmente Dios sea todo en todos.
✔
Intercesiones: por las que se expresa que la Eucaristía se celebra
en comunión con toda la Iglesia del cielo y de la tierra, y que la ofrenda se
hace por ella misma y por todos sus miembros, vivos y difuntos, que han sido
llamados a participar de la redención y de la salvación adquirida por el Cuerpo
y la Sangre de Cristo.
✔
Doxología
final: en ella se expresa la
glorificación de Dios, y se confirma y concluye con la aclamación: Amén del
pueblo.
Rito
de la Comunión:
Como quiera que la celebración eucarística es un
banquete pascual, conviene que, según el mandato del Señor, su Cuerpo y su
Sangre sean recibidos como alimento espiritual por los fieles debidamente
preparados. A esto tienden la fracción y los demás ritos preparatorios, con los
que se va llevando a los fieles hasta el momento de la Comunión.
Oración
el Señor:
En la Oración del Señor se pide el pan de cada día, lo cual para los cristianos implica especialmente el pan eucarístico, y se implora la purificación de los pecados, de modo que, en verdad, las cosas santas sean dadas a los santos. El sacerdote invita a orar, y todos los fieles, junto con el sacerdote, dicen la oración; el sacerdote solo añade el embolismo y todo el pueblo lo concluye con la doxología. El embolismo, que desarrolla la última petición de la oración del Señor, pide para toda la comunidad de los fieles la liberación del poder del mal.
La invitación, la oración misma, el embolismo y la
doxología conclusiva del pueblo, se
profieren con canto o en voz alta.
Rito
de la paz:
Sigue el rito de la paz, por el que la Iglesia implora
para sí misma y para toda la familia humana la paz y la unidad, y los
fieles se expresan la comunión y la
mutua caridad, antes de comulgar con el Sacramento.
En cuanto al gesto mismo de entregar la paz, será
establecido por las Conferencias Episcopales, de acuerdo a la índole y costumbres
de los pueblos. Sin embargo es
conveniente que cada uno dé la paz con
sobriedad solamente a los que están más cercanos.
La
fracción del pan:
El sacerdote
parte el pan eucarístico con ayuda, si es necesario, del diácono o del
concelebrante. El gesto de la fracción realizado por Cristo en la última Cena,
que en los tiempos apostólicos dio el nombre
a toda la acción eucarística, significa que los fieles siendo muchos,
por la Comunión de un solo pan de vida, que es Cristo muerto y resucitado por la
salvación del mundo, forman un solo cuerpo (1Co
10,17). La fracción comienza después del rito de la paz, y debe ser
cumplida con la debida reverencia; sin embargo no se ha de prolongar
innecesariamente ni se le dará una importancia exagerada.
El sacerdote parte el pan y deja caer una parte de la
hostia en el cáliz, para significar la unidad del Cuerpo y la Sangre del Señor
viviente y glorioso. El coro o el cantor
cantan el Cordero de Dios, como de
costumbre, con la respuesta del pueblo, o al menos lo dicen en voz alta. La
invocación acompaña la fracción del pan, por lo cual puede repetirse cuantas
veces sea necesario hasta que haya terminado el rito. La última vez se concluye
con las Palabras “danos la paz”.
Comunión:
El sacerdote se prepara con una oración en secreto
para recibir fructuosamente el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Los fieles hacen
lo mismo orando en silencio.
Luego el sacerdote muestra a los fieles el pan
eucarístico sobre la patena o sobre el cáliz, y los invita al banquete de
Cristo; y, juntamente con los fieles, pronuncia el acto de humildad, usando las
Palabras evangélicas.
Es muy de desear que los fieles, tal como el mismo
sacerdote está obligado a hacer, participen del Cuerpo del Señor con hostias
consagradas en esa misma Misa, y en los casos previstos, participen del cáliz
de manera que, incluso por los signos, aparezca mejor que la Comunión es
participación en el Sacrificio que se está celebrando.
Mientras el sacerdote
toma el Sacramento comienza el canto de Comunión, el cual debe expresar,
por la unión de las voces, la unión espiritual de quienes comulgan, manifestar
el gozo del corazón y hacer más evidente
el carácter “comunitario” de la procesión
para recibir la Eucaristía. El canto se prolonga mientras se distribuye
el Sacramento a los fieles. Sin
embargo, si se va a cantar un himno después de la Comunión, conclúyase
oportunamente el canto de Comunión.
Procúrese que también los cantores
puedan comulgar convenientemente.
Para el canto de Comunión se puede emplear la antífona
del Gradual romano, con o sin salmo, o la antífona con el salmo del Graduale
Simplex u otro canto adecuado, aprobado por la Conferencia Episcopal. Lo cantan
los cantores solos o bien los cantores o el cantor con el pueblo.
Si no hay canto, la antífona propuesta en el Misal
puede ser recitada por los fieles o por algunos de ellos, o por un lector, o en último caso por el
sacerdote después de comulgar y antes de
distribuir la comunión a los fieles.
Terminada la distribución de la Comunión, según las
circunstancias, el sacerdote y los fieles oran en secreto por algunos momentos. Si se prefiere, toda la
asamblea puede también cantar un salmo,
o algún otro canto de alabanza o un himno.
Para completar la súplica del pueblo de Dios y para
concluir todo el rito de la Comunión, el sacerdote profiere la oración después
de la Comunión, en la que se imploran los frutos del misterio celebrado.
En
la Misa se dice una sola oración después de la Comunión, que termina con la
conclusión breve, es decir:
◦
si se dirige al
Padre: Por Cristo nuestro Señor;
◦
si se dirige al
Padre, pero al final se hace mención del Hijo: Que vive y reina por los siglos
de los siglos;
◦
si se dirige al
Hijo: Que vives y reinas por los siglos de los siglos.
El pueblo hace suya esta oración con la
aclamación: Amen.
La
Plegaria Universal:
La
Liturgia de la Palabra suele terminar con una súplica llamada: "Plegaria
Universal" u oración de los fieles. Es la intercesión que eleva todo el
pueblo cristiano, clérigos, laicos, es decir los fieles, los que tienen fe en
que Dios los oye y les responde, los que confían en la fidelidad de Dios con
ellos y esperan serle fieles a El. En esta súplica, el presbítero hace una
introducción dirigida al Padre, luego el diácono o un comentador presenta las
intenciones. Tras un momento de silencio la asamblea clama diciendo: ¡Te
rogamos, Señor! ¡Escúchanos!. Finalmente el presbítero suplica a Dios Padre que
acoja esas súplicas por medio de Jesucristo.
Las
peticiones se refieren a la Iglesia, al mundo, a los pobres o a la asamblea,
con gran amplitud de miras: el cristiano debe ser un hombre con vocación
universal; los linderos de su parroquia o de su pueblo no agotan el alcance de
sus preocupaciones.
◦
La primera
intención: se refiere a la Iglesia; es el momento de pedir por los que creen,
por los acontecimientos que afectan la vida de los cristianos: Concilios,
Sínodos, congresos, Conferencias, nombramientos, esfuerzos por lograr la
unidad, bendiciones especiales para el Papa, los Obispos, los que colaboran en
la acción pastoral.
◦
La segunda
intención: recuerda las necesidades del mundo: la justicia, la paz, la lucha
por el desarrollo de los pueblos, la promoción integral de los hombres, la
libertad, el buen gobierno de las naciones, el acierto de quienes rigen los
destinos de la tierra.
◦
La tercera
intención: alude a las urgencias de los que sufren: los enfermos, los huérfanos
y las viudas, los ancianos, los exiliados, los desposeídos, los afectados por
cualquier tragedia, los pobres. El cristiano debe solidarizarse con los
necesitados. La Palabra de Dios urge acercarse al prójimo, comprometerse con él
y amarlo.
◦
La cuarta
intención: presenta al Señor las intenciones de la comunidad y de la asamblea.
Los que configuran la parroquia, los que viven en el mismo barrio, los que se
congregan en las mismas celebraciones, los que en el momento de orar se
encuentran reunidos en el mismo altar, y no solo éstos sino sus amigos y
familiares.
¿Cómo acolitar?
Las
funciones de un acólito son:
•
Cuidar del
servicio del altar.
•
Ayudar al diácono
y al sacerdote en las acciones litúrgicas, especialmente en la celebración de
la Misa.
•
Distribuir la
sagrada comunión como ministro extraordinario de la comunión, según las
condiciones establecidas para ello.
•
En idénticas condiciones
podrá exponer públicamente el Santísimo Sacramento de la Eucaristía a la
adoración de los fieles y podrá luego reservarlo, pero no puede dar la
bendición.
•
Puede además
instruir a los fieles que ayudan en las acciones litúrgicas como son las de
llevar el Misal, la cruz, los cirios u otras funciones similares.
Lugares:
•
Presbiterio
•
Altar
•
Tabernáculo o
sagrario
•
Sede
•
Ambón: Lugar
desde donde se proclama la Palabra de Dios en la liturgia.
•
Credencia
•
Sacristía
•
Nave
•
Altares laterales
•
Pasadizos
•
Coro
•
Confesionario
•
Bautisterio
•
Pila bautismal
•
Capillas
•
Atrio
•
Mesa de ofrendas
Posiciones
y signos:
•
De pie
•
Sentados
•
De rodillas
•
Postrados
•
Señal de la cruz:
Con la derecha extendida sobre la frente dice: "en el nombre del
padre"; sobre el vientre: "y del hijo"; y desde el hombro
izquierdo hasta el derecho: "y del espíritu santo"; y juntando las
manos dice: "amen".
•
Manos juntas:
Palmas unidas, dedos extendidos, los pulgares cruzados.
•
Persignarse para
el evangelio.
•
Reverencia o
inclinacion:
◦
profunda o de
cuerpo: doblando la espalda, ante el altar si no está el santísimo, a las
palabras del credo "y por obra del espíritu santo se encarnó de la virgen
maría".
◦
Sencilla, de
cabeza o venia: al nombre de las personas de la santísima trinidad o de la
virgen maría.
•
Genuflexion; Acto
de culto externo que manifiesta la fe en la presencia real de jesús. Se dobla
lentamente la rodilla derecha hasta tocar la tierra, teniendo las manos juntas.
•
Silencio y
respeto: Jesús dijo: "mi casa es casa de oración". En el templo y en
la sacristía se guarda respetuoso silencio. Los objetos sagrados se tratan y
usan con el máximo respeto.
•
Darse la vuelta
para ir a algun lado:
◦
si está solo al
centro, da la vuelta girando hacia la derecha
si
son dos, giran hacia el lado interno (hacia el otro compañero).
◦
si está solo a un
lado, gira al lado del sagrario o del altar. Nunca dar la espalda al santísimo.
Celebraciones:
•
Misa, bautismo,
matrimonio, comunión de enfermos, entierros, procesiones, adoración al
santísimo
Vestidos
litúrgicos:
•
Del sacerdote
◦
Amito
◦
Alba: túnica
larga de color blanco.
◦
Cíngulo: cuerda o
cinturón blanco que se anuda por encima del alba.
◦
Estola: franja
larga y angosta que se coloca el sacerdote sobre los hombros. Es un signo de
que el portador ha sido ordenado por la iglesia y está autorizado a perdonar
los pecados, a predicar, enseñar, bautizar y presidir la eucaristía.
◦
Casulla:
vestimenta de color que parece un poncho. Sólo se utiliza en misa y la viste el
celebrante. (los concelebrantes no).
◦
Capa : es una
capa larga y pesada que usa el celebrante en ocasiones especiales fuera del
templo. (por ejemplo: en procesiones).
◦
Velo humeral
•
Del acólito
◦
Túnica
◦
Camisa o roquete
◦
Cuello
◦
Cinturón
Materiales:
•
Ambon: Mueble
donde se colocan los libros para las lecturas en las misas.
•
Libros:
◦
Misal.
◦
Leccionario:
Libro que contiene las lecturas bíblicas asignadas para cada día del año. Se
coloca sobre el ambón.
◦
Evangeliar.
◦
Libro de la Sede:
Libro que contiene todas las oraciones de la misa, excepto las que son
pronunciadas en el Altar. Se puede colocar en la Sede, o en el Ambón de la
izquierda.
◦
Cancionero.
◦
Hoja de
intenciones.
◦
Peticiones.
•
Recipientes
sacramentales:
◦
Patena: Plato en
el que se colocan las hostias. También con la patena se asiste al Sacerdote o
Ministros, a dar la comunión.
◦
Cáliz: Copa que
contendrá el Vino / Sangre de Cristo.
◦
Copón: Copa más
grande que el cáliz, con tapa. En él se guardan hostias. (También se pueden
guardar en una cajita con tapa).
◦
Luneta: Pequeño
recipiente en que se acomoda la hostia consagrada, para presentarla en público.
Va junto con la custodia
◦
Lavatorio:
Pequeño recipiente sobre el cual se lavará las manos el celebrante.
◦
Vinajeras :
Jarras que contendrán vino y agua.
◦
Custodia
(ostensorio): Recipiente sagrado donde se pone la Eucaristía de manera que se
pueda ver para la adoración. También se le llama ostensorium, del latín
ostendere, mostrar. Hay gran variedad de tamaños y el estilos. Generalmente
alrededor de la Eucaristía se representan rayos que simbolizan las gracias
conferidas a los que adoran.
•
Telas:
◦
Gremial: del
latín gremium, regazo. Paño cuadrado que se ciñe el obispo
durante ceremonias litúrgicas, por ejemplo en el lavatorio de los pies de la
Misa del Jueves Santo. El gremial de seda y encaje para las misas pontificas ya
no se usa. Uno de lino u otro material puede utilizarse.
◦
Velo del Copón:
Tela con la que se cubre el copón, indicando que contiene al Señor, es decir,
hostias consagradas
◦
Banderolas: Telas
decoradas y sujetas a varas para llevarlas durante las procesiones, o colgarlas
en la calles.
◦
Mantel : Se cubre
con él el Altar y otras mesas, como la Credencia.
◦
Corporal: Tela
cuadrada de tamaño chico. Se pone en el centro del Altar. Sobre él, se
colocarán los recipientes sacramentales.
◦
Pala: Cuadrado
pequeño, forrado de tela, que se coloca sobre el cáliz para proteger su
contenido.
◦
Purificadores:
Pequeñas servilletas de tela para limpiar el cáliz, copón, etc. También para
secarse los dedos.
◦
Bursa: Sobre de
tela para llevar al Santísimo.
◦
Jofaina:
Recipiente que contiene agua para que el sacerdote se lave las manos.
◦
Manutergio:
Toalla con la que el sacerdote se seca las manos.
◦
Palia: Lienzo
para cubrir el cáliz.
•
Incienso:
◦
Inciensario:
recipiente en el que se quema incienso para las celebraciones.
◦
Incienso:
Sustancia en polvo o granulada, que al quemarse emana humo aromático. Se usa en
celebraciones especiales.
◦
Naveta o aserra:
Recipiente en el que se guarda el incienso.
◦
Cucharilla: Con
la que se toma el incienso para depositarlo en el incensario.
•
Luz:
◦
Flambos: Velas
colocadas en varas largas. Suelen acompañar a la Cruz alta en las procesiones,
al Evangeliar, etc. Se utilizan en ocasiones especiales.
◦
Velas y cirios.
◦
Cirio Pascual:
Vela alta con signos dibujados, colocada sobre un pedestal. Es bendecida en la
Noche de la Vigilia Pascual y representa a Cristo, la nueva Vida. Permanece
prendida desde la Vigilia hasta Pentecostés, cerca del Altar. Durante el resto
del año, se encuentra cerca de la Pila Bautismal y se enciende para cada
Bautismo.
◦
Luz eterna o Luz
del Sagrario
•
Cruces:
◦
Crucifijo: Cruz
colocada en el Altar o cerca de él.
◦
Cruz alta: Cruz
colocada en una vara alta para que pueda ser vista por los asistentes a las
procesiones.
•
Agua:
◦
Aspergil: Para
salpicar el agua bendita.
◦
Acetre o hisopo:
Recipiente donde se carga el agua bendita.
•
Bautismo
◦
Crisma: Es usado
por el Sacerdote para trazar la cruz sobre la frente del bautizado.
Reglas
generales:
•
Antes de la misa
◦
preparar las
vinageras con agua y vino.
◦
preparar el caliz
con un purificador y un corporal limpios.
◦
revisar que la
jofaina y el manutergio esten limpios y con agua.
◦
revisar y
encender las velas del altar.
•
Incensario:
◦
Modo de usarlo:
▪
con la mano izquierda. El dedo meñique
sostiene el anillo fijo y el pulgar mueve el anillo móvil. Se agita ligeramente
para avivar el fuego. Una vez puesto el incienso no se agita; salvo en
procesiones para incensar el trayecto.
▪
Para abrirlo: Con
la mano derecha se jala el anillo libre y se levantan las cadenas juntas hacia
la mitad; se levanta el incensario lo suficiente para servir el incienso. Luego
se baja la tapa.
▪
Entregarlo. Por
el lado derecho del celebrante, con la derecha se toma la extremidad y se ponen
la izquierda del receptor, mientras sostiene las cadenas cerca de la tapa con
la izquierda. Se recibe con la izquierda el nudo de las cadenas y la derecha a
la mitad de las cadenas.
◦
En la procesión
de entrada, lo lleva el "turiferario" (que es el nombre del acólito o
monaguillo que se encarga del incensario). Sólo lo lleva ondeando de forma
lateral alrededor de 90 grados (45° a la izquierda y más o menos en ángulo
similar a la derecha). Cuando el
sacerdote llega al presbiterio, el turiferario se lo entrega y el sacerdote
incensa el altar, el sagrario y el santo patrono de la iglesia. Después lo
entrega de nuevo al turiferario y éste se retira.
◦
Durante el
evangelio, de nueva cuenta entrega el turiferario el incensario al sacerdote
para que incense el evangelio. Cuando termina de incensar lo entrega al
turiferario y este permanece a un lado hasta que termina el evangelio.
◦
Durante el
ofertorio o presentación de ofrendas, después de que el sacerdote se lava las
manos, de nueva cuenta se entrega el incensario al sacerdote para que incense
el altar.
◦
Durante la consagración, el turiferario debe
hincarse al frente del altar, y al momento de que el sacerdote levanta el pan
el turiferario lo incensa (ductus) por tres veces hacia adelante, en tres
ocasiones. Esto es, levanta el incensario e incensa uno, dos, tres. Después
baja el incensario y otra vez, uno, dos, tres. Y una vez más. Igual se hace 3 x
3 cuando el sacerdote levanta el cáliz. Se hace inclinación profunda; la mano
izquierda con el nudo al pecho; y la derecha eleva el brasero hasta la altura
de la boca, para incensar el objeto o persona con tantos golpes según
indicación, bajando elegantemente el incensario hasta la altura de los órganos
de la vida después de cada grupo de golpes. Se dan 3 golpes dobles para
incensar al santísimo, la cruz, imágenes del señor, ofrendas, evangelio, cirio
pascual, pueblo, difunto. Se dan 2 golpes dobles para reliquias e imágenes de
santos.
◦
Generalmente no
se utiliza el incensario en la procesión de salida (donde sólo se lleva como en
la entrada). Sin embargo, esto depende del gusto del sacerdote celebrante, por
lo que vale la pena preguntarle antes que si quiere se use el incensario al
final.
◦
Genuflexión con
el incensario: lo levanta para que no toque el suelo.
•
Naveta. Si la
lleva el mismo acólito del incensario, la pone en la izquierda para accionar
con la derecha. Si es otro acólito, va a la derecha del incensario, por el lado
derecho del celebrante.
•
Cruz alta:
◦
Detrás del
incensario o del agua bendita, delante de los ciriales, sobre la fila de
acólitos, con el asta recta (no como bandera, ni entre las piernas, ni muy
levantada), por la hilera de los acólitos.
◦
Durante las
celebraciones solemnes permanece al lado derecho del altar.
•
Ciriales:
◦
Con la mano
externa lleva el candelero del nudo y con la otra mano sostiene la base, si son
candeleros. Si están en una asta larga, con la mano externa la sostienen, y con
la otra en el pecho o sobre la otra mano entrelazándola.
•
Días mas
solemnes:
◦
Los elementos de
más solemnidad son la cruz alta, los ciriales o candeleros, y el incensario, la
procesión de ofrendas.
◦
Según sea el
número de acólitos y la amplitud del presbiterio, deberán variar los
movimientos de unos u otros.
◦
La cruz y los
ciriales suelen abrir la procesión de entrada. Aunque esté el santísimo en el
sagrario, ni el cruciferario (el que lleva la cruz alta) ni los ceroferarios
(los que llevan los cirios) hacen
genuflexión sino sólo inclinación de cabeza -a no ser que los astiles sean
cortos, como para colocarlos sobre el altar-. Luego dejan las tres cosas en el
sitio oportuno.
◦
La cruz no se
moverá hasta la procesión de despedida; en cambio los ciriales podrán acompañar
a la lectura del evangelio.
◦
En algunos sitios
a la consagración se colocan dos o más acólitos frente al altar y alzan los
cirios o candeleros.
Actitudes:
Hacia
el altar de dios:
•
Al ir saliendo al
altar recuerda que todos los detalles de educación, urbanidad y cortesía
natural cobran en tí un valor sobrenatural. (piensa en tu aseo de cara, cuello,
manos, peinado: limpieza de ropa y calzado...) Vas a una fiesta sagrada.
•
Procura que todas
tus posturas junto al altar reflejen respeto y devoción. No es elegante ni
correcto el estar con las manos en el bolsillo, o caídas y lacias; ni que
vuelvas sin necesidad la vista hacia la gente; ni el estar muy cerca del
sacerdote como curioseando lo que dice o lee; ni apoyarte o agarrarte al altar,
o dejar sobre él algo tuyo, como un pañuelo, un libro... Postura religiosa es
llevar las manos juntas, palma con palma (la que más suele adoptar el papa) o
con los dedos entrelazados. También los brazos cruzados suele ser posición de
quien está dispuesto a servir.
•
Delante del
sacerdote y a uno o dos pasos de él sales al presbiterio, con las manos juntas
sobre el pecho si él las lleva así; y si no con los brazos cruzados (nunca
colgando ni con las manos en los bolsillos). Si son dos acólitos, el que sale
primero al llegar se retira un poco hacia atrás, dejando sitio para que pasen
por delante su compañero y el sacerdote.
•
A la liturgia de
la palabra:
◦
tu puesto podrá
variar según sea el presbiterio y lo que haga el sacerdote.
◦
Si no hay
lectores, leer la Primera Lectura, el Salmo y la Segunda Lectura.
◦
Si comienza la
misa en la sede estarás mejor en el otro extremo y un poco vuelto hacia él.
◦
Y si en la sede
no tiene atril, sostenle tú el misal; si eres bajo de talla, puesto delante de
él, sujétale el libro con las manos y apoyado en la frente. Pero si eres alto
como para taparle la vista de los fieles, colócate a su derecha un poco de
perfil, y con ambas manos mantén el libro a pulso.
◦
Si en cambio
empieza la misa en el altar, tu puesto más propio sería como
"adelantado" del pueblo, de espaldas a él y junto a una esquina del
altar. También puedes colocarte de medio lado sin caer en la tentación de
volver la cabeza a mirar hacia atrás o a los lados.
◦
Para el evangelio
acompaña al sacerdote poniéndote de costado, no vuelto hacia el pueblo, sino
hacia el centro de atención que en ese momento es el libro y el propio
sacerdote. Persinate a la vez que él en la frente, labios y pecho; pero no lo
hagas si les estás sosteniendo el libro o tienes tu derecha ocupada en el
cirial o el incensario.
◦
Si hay homilía te
sientas, como durante la primera lectura, cerca del sacerdote.
◦
Durante el credo
(lo dice el sacerdote todos los domingos y en algunas fiestas solemnes), estás
también como en el evangelio pero sin ciriales ni incienso, aunque se hayan sacado
ese día.
•
Al recordar la
encarnación del hijo de dios haces con él una profunda inclinación de cabeza. Y
al nombre de Jesús o de María, una venia sencilla.
•
A la presentación
de dones:
◦
Terminadas las
preces de los fieles el sacerdote va al centro del altar; y tú llevas con
diligencia pero sin correr el cáliz cubierto. Retira el cubrecáliz, entrega el
corporal al sacerdote, y mientras él lo desdobla, dobla tú en uno o dos
pliegues el cubrecáliz. Y vas enseguida a la credencia por las vinajeras.
También puede el sacerdote encomendarte a tí el desdoblar el corporal, mientras
él está en la sede.
◦
Preséntale,
después de que ha hecho la bendición por el pan, la vinajera del vino con el
asa vuelta hacia su derecha. En cuanto él la tome, toma tú con la derecha la
del agua para que el la tome igualmente, a la vez que con la izquierda retiras
la del vino que él te devuelve.
◦
Mientras él reza
inclinado una oración, vuelve tú a la credencia y regresas con la jarrita del
agua en la mano derecha y el manutergio sobre el brazo izquierdo, deteniendo
con la mano izquierda la base donde cae el agua.
◦
Una vez retirado
el lavabo a la credencia y doblado el paño, toma la campanilla y colócate en tu
sitio -de espalda o de costado al pueblo- de pie. Los fieles se pondrán
enseguida de pie cuando se les invite a orar.
•
A la oración
eucarística:
◦
Cuando el
sacerdote impone las manos sobre la hostia y el cáliz que va a consagrar,
avísalo tú al pueblo tocando muy tenuemente la campanilla para que todos se
arrodillen. Cuida de no tapar con el sonido de la campanilla la voz del
celebrante. Mientras él eleva la hostia y el cáliz consagrados, repica tú como
signo de adoración y de alegría por la llegada de cristo al altar.
◦
Cuando el
sacerdote hace la genuflexión para adorar a cristo presente en el altar, tú,
que ya estás de rodillas, puedes acompañarle haciendo una reverencia. Pero
cuando él levanta la hostia y el cáliz, levanta tú los ojos hacia cristo y
adórale reconociéndole con amor como tu señor y tu dios. No olvides que con tus
actitudes reverentes ayudas además a la devoción de los fieles.
◦
Contesta a la
aclamación después de la consagración, según la proclamación que haga el
sacerdote con voz clara y sonora similar a la del sacerdote.
◦
Tú subraya en voz
alta y firme: amén, cuando el sacerdote termine la oración eucarística.
•
Ofrendas:
◦
Acompaña al
sacerdote al borde del presbiterio y recoge lo que él te irá entregando: las
hostias y el vino los dejas sobre el altar; y lo demás (frutos, dinero, objetos
varios), al pie del mismo altar donde no estorben.
•
A la comunión:
◦
Reza con el
sacerdote, sin adelantarte ni atrasarte, el padre nuestro y responde a los
otros saludos.
◦
Si te da la paz
con un abrazo, pon tus manos aproximadamente bajo sus codos. Si te extiende la
mano, tómala con las dos tuyas (algunos la besan en señal de reverencia, no al
hombre sino al que representa a cristo y tiene poderes divinos).
◦
Lleva al altar el
platillo de comunión. Al cordero de dios si los demás se arrodillan arrodíllate
también tú.
◦
Para poder
comulgar cada día, vive siempre con el alma limpia de pecado mortal y haz el
pequeño sacrificio de no comer nada desde una hora antes. Confiésate cada mes
para hacerte cada vez más amigo de jesús, a menos que tengas pecado mortal..
◦
Quiere también la
iglesia que al acercarse a comulgar todos hagan una reverencia; la genuflexión
es la reverencia debida al santísimo. Pero una persona de edad basta que haga
al acercarse una inclinación de cabeza.
◦
Como a tu edad
eres ágil harás muy bien en hacer genuflexión para comulgar.
◦
Cuando actúas de
monaguillo el sacerdote puede darte la comunión bajo las dos especies o del pan
y de vino. No tomes este privilegio para vanidad; sino como una invitación del
mismo cristo a "sangrar" tú sacrificándote cada día un poco por
cumplir con tu deber.
◦
Si acompañas al
sacerdote a su derecha mientras da la comunión, mantén el platillo de la
comunión con tu derecha y vuelto hacia él; si a su izquierda, con tu izquierda.
Pon bien el platillo para recoger las partículas que podrían caer; no la
inclines de forma que puedan caerse trocitos del pan consagrado que es el
cuerpo de cristo. Por lo mismo, evita poner los dedos encima. No lo coloques
muy cerca de la barbilla de las personas, sino al pecho, y sin tocar a las
personas. Si puedes hacerlo dignamente, puedes seguir su trayectoria del copón
a la boca.
◦
Si el sacerdote
así te lo pide, puedes orientar a los comulgantes que se acercan; para que
circulen sin estorbarse: por ejemplo, que se acerquen en dos filas y que se
retiren sin pasarse al otro lado. Pero hazlo más con la mano y el gesto que con
la voz. Recuerda que el sacerdote tiene entretanto ocupadas manos y voz.
◦
Al volverte no
gires dándole la espalda, sino de frente. Lo mismo harás en otras ocasiones
parecidas.
◦
Deja el platillo
de la comunión cerca del sacerdote para que pueda recoger las partículas. Si él
ha ido a guardar el copón en el sagrario, quédate tú mirando hacia allá; y si
él hace genuflexión, hazla con él, como despedida que tributas a jesús.
◦
Lleva enseguida
las vinajeras de la credencia al altar para que lave el cáliz. Puede para ello
usar vino y agua o sólo agua; y lavar sólo el cáliz o el cáliz y los dedos;
dale pues la opción que elija él. Toma con la derecha por el asa la del agua y
sírvesela. Cuida de no colocar las vinajeras sobre el mantel: podría mancharse
éste. No vuelques la vinajera de golpe; ni te alargues demasiado; ni la muevas
en círculos; un ritmo conveniente es que contando despacio hasta 5 se vacíe la
vinajera; si te hace gesto de parar, levantando el cáliz, tú paras.
◦
Ve retirando todo
a la credencia: vinajeras, bandeja, copón vacío, si lo hay... Cubre el cáliz
con expedición y retíralo también. Si el sacerdote después de lavar el cáliz se
retira a la sede, a tí te toca doblar el corporal y purificador.
◦
vuelve a tu sitio
-o junto al altar o en tu silla- según él haya hecho.
◦
Si es el caso,
preséntale el misal para la oración final, como lo dicho antes.
•
Hacia la
sacristía:
◦
Con la cabeza
inclinada recibe la bendición santiguándote despacio. Déjale paso sin darle la
espada para que baje del altar a hacer la genuflexión; hazla junto con él. Y
delante de él vuelve a la sacristía con las manos juntas o los brazos cruzados.
◦
Ayúdale allí a
quitarse las vestiduras y guárdalas. Sin quitarte aún la túnica, completa tu
oficio retirando las cosas de la credencia...
◦
Para quitarte
bien la túnica, muévela lo más que puedas hacia tu izquierda -por ejemplo-
agarrando con tu derecha la costura del sobaco izquierdo y encogiendo el codo
izquierdo, sácalo de la manga; con la mano izquierda por dentro de la túnica y
la derecha por fuera recógela toda, frunciéndola desde el rueda al cuello; y
pasa la cabeza sin que roce. Saca finalmente la manga derecha; cuélgala en tu
percha.
◦
La iglesia nos
pide un serio esfuerzo para que -aun en cosas de menor importancia- se unan la
sencillez y la limpieza. Un poquito de ese esfuerzo te toca a tí.
◦
Aunque haya
habido después de la comunión un rato de silencio, harás bien en dedicarle a
jesús antes de salir de la iglesia unos minutos de acción de gracias. Ten
también cada día un ratito de visita y charla con jesús; para mejor tratar con
el, procura tener un libro adecuado.
•
Dos acólitos
◦
Si son dos
acólitos se expresa mejor la dignidad del acto sagrado. Se colocan en posición
simétrica a ambos lados del altar.
◦
Cuando uno de los
dos tiene que pasar por delante del sagrario y hacer genuflexión, se juntan
previamente en el centro y la hacen juntos.
◦
Si las distancias
son excesivas (o por el contrario, falta sitio) vienen juntos aunque sólo uno
deba actuar.
◦
Se reparten las
actuaciones de antemano para no atenerse ni discutir; por ejemplo, uno descubre
el cáliz y pliega el cubrecáliz, mientras el otro presenta el corporal y el
copón al sacerdote, el primero trae y ofrece las vinajeras, mientras el segundo
prepara el aguamanil y el manutergio: entrega el pañito a su compañero y juntos
se acercan al borde del altar: uno sirve el agua y el otro el paño.
◦
No se repartan
los toques de campanilla ni otros servicios sencillos como apagar dos velas
contiguas.
◦
Al evangelio
acompañan los dos al sacerdote. Lo mismo que al dar la comunión. (al volver
hacia el altar giran hacia el sacerdote, evitando el darle inmediatamente la
espalda).
Los tiempos liturgicos
El
Año Litúrgico :
El
año litúrgico de la Iglesia está dividido en fiestas y temporadas que celebran
diferentes aspectos del Misterio Pascual. Las temporadas principales son las
siguientes:
-El
Adviento
-La
Navidad
-La
Primera Etapa del Tiempo Ordinario
-La
Cuaresma
-El
Triduo Pascual
-El
Tiempo Pascual
-La
Segunda Etapa del Tiempo Ordinario
La
fiesta principal de cada temporada es el domingo porque es cuando la Iglesia se
junta para celebrar el Misterio Pascual
También
encontramos otras fiestas del Señor y de Sta. María que expresan diferentes
aspectos del Misterio Pascual.
En
el ciclo santoral se recuerdan a santos, mártires y beatos porque sus vidas y
muertes son reconocidas por la Iglesia como profundos ejemplos de comunión con
Jesucristo.
Las
celebraciones de los santos tienen diferentes grados de solemnidad:
-Solemnidad
-Fiesta
-Memorial
-Memorial
Opcional
Colores litúrgicos
En
cada tiempo litúrgico, el sacerdote se reviste con casulla de diferentes
colores:
Blanco: es un color de alegría y de fiesta. En la liturgia
simboliza la luz, la gloria, la inocencia. Es el color más adecuado para
celebrar:
La
Navidad y Epifanía
Los
cincuenta días de la Pascua
Las
fiestas de los Ángeles y Santos no mártires
Rojo: Es el color más perecido a la sangre y al fuego y su
simbolismo va en ese mismo sentido. El color rojo expresa muy bien el martirio
o sacrificio de Jesucristo. Es el más adecuado para celebrar:
Domingo
de ramos (pasión) y Viernes Santo
Pentecostés
Fiesta
de la Santa Cruz, apóstoles, evangelistas y Santos Mártires.
Verde: Es un color vivo que indica tranquilidad, paz, esperanza.
El color verde es el más adecuado:
para
celebrar las 34 semanas del tiempo de la Iglesia (o tiempo ordinario). Vale
decir, después de la Epifanía hasta el miércoles de ceniza y después de
Pentecostés hasta Adviento.
Morado: Este color es símbolo de penitencia, de sencillez y
humildad. Es un color que invita al retiro espiritual, al recogimiento, a una
vida más austera y sencilla. El morado es el color más adecuado para celebrar:
El
Adviento y la Cuaresma
Las
liturgias penitenciales, unción de los enfermos
Tmbién
reemplaza al negro de los difuntos ya que este no se utiliza en la liturgia
actual.
Rosa: Es un color poco empleado en nuestras celebraciones,
simboliza la alegría, pero una alegría pasajera, de ciertos días, de ciertos
momentos. El Misal Romano lo recomienda para ser empleado el
•
tercer Domingo de
Adviento (“Gaudete”) y
•
el cuarto Domingo
de Cuaresma (“Laetare”).
•
Ha costado para
que entre en la Liturgia, pero su simbolismo es necesario y útil ya que nos
anuncia que una gran alegría se aproxima, sea entre la Cuaresma para
recordarnos la Pascua o entre el Adviento para anunciarnos la Navidad.
Azul
Celeste: Estos colores, aunque no
aparecen en el Misal Romano, lo utilizamos mucho para las fiestas religiosas
que tienen que ver con la Santísima Virgen. Nos podemos dar cuenta en las
procesiones que hace el pueblo a los Santuarios o Templos Marianos, muchas
comunidades llevan una cruz azul y algunas llevan cintas azules o celestes. A
lo largo del año existen variadas fiestas en honor a la Santísima Virgen, es
bueno que cada comunidad, de acuerdo a su estilo y posibilidades, pueda
utilizar estos colores especialmente para las grandes fiestas como:
•
la Inmaculada
Concepción
•
la Asunción
•
Santa María Reina
•
La Visitación
Elementos simbólicos
omos
seres humanos, es decir, seres compuestos de cuerpo y espíritu, de elementos
externos y deelementos internos. Por consiguiente, nuestra actividad, también
la liturgia, ha de ser externa e interna. Por eso empleamos signos, gestos,
palabras y diversas acciones como expresión de la correspondiente actitud
interior. La concurrencia de lo externo con lo espiritual ayuda a captar mejor
la realidad y a enriquecer la vivencia.
Signo
y Símbolo.
El
Signo es una señal, una realidad externa, que remite a otra realidad distinta,
bien determinada, clara, comprendida racionalmente. Es un elemento sensible que
remite a una realidad de otro orden, percibida en forma más intuitiva que
racional, es decir, a una realidad no captada plenamente en el orden del
razonamiento.
Puesto
que el símbolo es el lenguaje propio de las experiencias profundas y de lo
trascendente, la liturgia los necesita. Sin símbolos no podría referirse ni
experimentar o vivir lo más profundo. Quedaría en lo superficial.
Cuando
en la liturgia se quiere explicar todo (es decir, razonarlo), se elimina de
ella la mayor riqueza. Cuando se quiere tener todo muy claro, sólo se ve la
superficie. En es caso, “el precio de la claridad es la pérdida de profundidad”
(P. Ricoeur). Lo que se muy claro es sólo la corteza. “El racionalismo es un
enemigo de la celebración y de la ciencia litúrgica” (P. Fernández).
En
algunas celebraciones se suceden sin cesar las explicaciones de todo. Eso
perjudica grandemente la vivencia de la liturgia.
Elementos
simbólicos
Luz: Expresa la realidad de las cosas que son como
recreadas al pasar de la oscuridad a la luz. Simboliza al mismo Cristo –que
dice de sí: “Yo soy la luz del mundo” (Jn 8, 12)– y la fe. San Juan habla más
de 30 veces de la luz en su Evangelio y en su primera carta. La liturgia
menciona muchas veces la luz y la emplea constantemente (Cirio Pascual, velas,
otras
lámparas)
Fuego: El fuego habla de lo que consume (sacrificio), del
calor que saca de la pesadez (acción del Espíritu Santo) y de lo que hemos
dicho de la luz.
Agua: Simboliza ante todo la fecundidad (tierra regada
contrapuesta al desierto) y limpieza. Jesús habla del nacer “del
agua
y del Espíritu” (Jn 3, 5). Es otro de los elementos muy utilizados en la
Escritura, especialmente por San Juan (unas 20 veces en su Evangelio). La
liturgia la emplea en el Bautismo, en la Eucaristía, en el oficio de difuntos,
en bendiciones y en aspersiones varias.
Incienso: Es una resina que al caer sobre ascuas o fuego
desprende un olor agradable. También al incienso se lo menciona numerosas veces
en la Biblia. Se emplea en la Misa en días solemnes incensando el altar, las
ofrendas, el Santísimo, a los ministros y a la asamblea. Se inciensan asimismo
el Cirio Pascual, los cuerpos de los difuntos, la Cruz y las imágenes de los santos,
etc. Es sigo de honor y de la oración que se eleva a Dios (Salmo 140).
Ceniza: Es signo de la caducidad de las cosas (en eso queda
lo que se ha quemado) y, por lo mismo, invitación a la penitencia, a vivir
teniendo como valor lo imperecedero. Se emplea el Miércoles de Ceniza, al
comienzo de la Cuaresma.
Ramos: Expresan alegría y triunfo, vida y resurrección. Se
bendicen el Domingo de Ramos para ser utilizados en la procesión que recuerda
la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén antes de su Pasión.
Sal: Sazona los alimentos y los conserva. De ahí que se la
considere expresión de acogida y hospitalidad y, sobre todo, de fidelidad. Por
eso se empleaba al pactar las alianzas (cf. Lev 2, 13; Núm 18, 19). Jesús dice
que los suyos son “sal de la tierra” (Mt 5, 13). San Pablo aconseja que la
palabra de los cristianos “sea siempre amable, sazonada con sal” (Col 4, 6).
El
pan y el vino, alimentos y ofrenda, se usan en la Eucaristía
El
aceite: simbolizando curación,
fortaleza y posesión por el Espíritu, tiene su uso en el óleo catecumenal y en
el óleo de los enfermos y Santo Crisma
El
cirio: simboliza a Cristo resucitado,
la luz sin ocaso. Su empleo es propio en la Vigilia pascual, tiempo pascual,
bautismo y exequias (funeral).
La
fuente bautismal: es la Iglesia y su
seno, está dispuesta para el bautismo.
Las
campanas: se convierten en un
"signo hecho sonido" de la identidad de la comunidad cristiana,
evangelizador de la Buena Noticia de Cristo en medio de una sociedad que puede
estar destruida. Como también el mismo
campanario, con su silueta estilizada, se convierte en símbolo de la dirección
trascendente que debería tener nuestra vida. El Bendicional (nn. 1142-1162)
ofrece textos muy expresivos para la bendición de las campanas, motivando bien
su sentido y convirtiendo el rito en una buena ocasión para entender mejor la
identidad de una comunidad cristiana y sus ritmos de vida y oración.
El
canto: hace comunidad, al expresar
más validamente el carácter comunitario de la celebración, igual que sucede en
la vida familiar y social como en la litúrgica.
La
Cruz, como árbol de vida y victoria
pascual, se adorará en los Oficios del Viernes Santo. Además preside la
Eucaristía y encabeza las procesiones.
Posturas y gestos
Hablamos
con todo el cuerpo. Gestos y movimientos son vehículo de comunicación. El ser
humano, por su misma constitución espiritual y corporal, sólo se expresa
plenamente cuando a la actitud interna se une el gesto externo.
Pero
las posturas y los gestos no sólo expresan actitudes, sino que también las
fomentan. Esto se ha vivi do en todas las épocas; en nuestros días la liturgia
renovada da particular importancia al cultivo de la interioridad, haciendo que
el cuerpo no sólo no distraiga, sino que ayude.
El
gesto que expresa una actitud es lenguaje simbólico. Dice otra cosa, dice algo
que está más allá de lo expresable con palabras.
Lo
primero que ha de tenerse en cuenta es que todas las posturas señaladas para la
asamblea, ante todo significan y fomentan el sentido de comunidad y de unidad
de todos los participantes
De
Pie:
•
La postura de pie
expresa la dignidad del hombre como señor. Es la postura del resucitado,
•
diferente al
esclavo o al que está abatido por el mal. En los momentos más importantes de la
•
Eucaristía nos
ponemos de pie:
•
Al inicio junto con el canto y la procesión de
entrada hasta el final de la oración colecta.
•
Cuando se aclama
el Evangelio y durante su proclamación, por que se trata de la lectura
•
más importante.
•
Durante el Credo
y la Oración Universal.
•
En la gran
Plegaria Eucarística y la preparación a la comunión.
•
Padre nuestro,
gesto de la Paz, Fracción del Pan.
•
Y la Bendición final.
Sentado: La postura sentada representa la actitud de quien
preside, de quien tiene autoridad y en enseña. A la vez representa a quien
escucha, medita y aprende.
Es
la actitud de María de Betania, hermana de Lázaro que “se sentó a los pies del
Señor” y estaba atenta a su palabra escuchando y meditando lo que el Señor le
decía (Lucas 10, 38-42).
En
la celebración eucarística nos sentamos:
•
En las lecturas
antes del Evangelio incluyendo el Salmo. Allí estamos escuchando y meditando
•
lo que se nos
está comunicando.
•
En la homilía,
durante la presentación de las ofrendas.
•
Después de
recibir la Comunión, meditando, en una actitud de recogimiento.
•
También lo
hacemos después de la comunión.
De
Rodillas:
Es
una postura muy expresiva que nos hace ser pequeños ante Dios. Su sentido
apunta a la
sencillez
y la humildad.
•
Expresa, además,
el pedir perdón, tal como el hijo pródigo que se arrodilló ante su padre (LC
15)
•
También es una
postura penitencial y de adoración. Expresa una actitud interior ante la
•
grandeza de Dios.
•
El mismo Jesús en
el huerto de los olivos “doblando las rodillas oraba al Padre” (Lucas 22, 41)
•
San Pablo nos
dice que: “al nombre de Jesús toda rodilla se doble” (Filipenses 2, 10).
Caminar:
Debiera
ser un signo muy expresivo en nuestras celebraciones litúrgicas. Caminar, desde
los movimientos sencillos, hasta las marchas y procesiones, indica
disponibilidad y decisión. Como Iglesia vamos hacia delante, tal como dice el
canto: “somos un pueblo que camina y juntos caminando...”
En
las diversas celebraciones litúrgicas de nuestra Iglesia, tanto los ministros
como la Asamblea han de darle importancia a este gesto. En el caso de nuestra
Eucaristía se debe cuidar este gesto ya sea en la procesión de entrada, al
momento de salir a proclamar las lecturas, en la presentación de ofrendas, en
la procesión para recibir la Comunión y en la despedida.
“Somos
la Iglesia peregrina de Dios”
La
Señal de La Cruz:
Es
uno de los gestos más repetidos por los cristianos y es, además nuestro símbolo
universal que se ha empleado desde los tiempos antiguos. Es un signo de
pertenencia y seguimiento a Jesucristo. El mismo extendió sus brazos en la cruz
tal como lo señala la segunda plegaria Eucarística. También este signo nos ha
de recordar en algún modo nuestro bautismo. Así lo hacemos al comenzar la
Eucaristía, en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo como pueblo
de bautizados, seguidores de Jesucristo.
También
antes de la lectura del Evangelio como signo de acogida a la Palabra (decimos:
Purifica mi mente, mis labios y mi corazón) y al final de la Eucaristía.
Genuflexión: Es un gesto de respeto, de humildad y de adoración.
Es un símbolo de nuestra adoración al Señor, especialmente ante su presencia en
el Sagrario.
Siempre,
al entrar a una capilla o donde se encuentre el Santísimo que nos recuerda la
presencia viva y real de Cristo, hemos de tener una actitud de fe y de respeto.
El gesto que mejor expresa esta actitud es la genuflexión.
En
nuestra celebración Eucarística el sacerdote que preside realiza este gesto al
comienzo, después de consagrar el Pan, después de consagrar el Vino, terminada
la oración para la comunión y al final de ella.
Postración
Total: Postrarse en el suelo es, sin
duda, una postura muy significativa. Este gesto lleva la humildad y la
adoración a su expresión máxima. Ya en el Antiguo Testamento, Moisés había
empleado este gesto postrándose delante del Dios de la Alianza. (Éxodo 34, 8)
Los mismos discípulos de Jesús “que estaban en la barca se postraron delante de
El diciéndole:
¡Verdaderamente,
tú eres Hijo de Dios!” (Mateo 14, 33)
Actualmente,
en nuestras liturgias, los que van a ser ordenados para recibir la gracia del
Espíritu se postran.
También
el sacerdote el Viernes Santo expresa su fe y humildad postrándose en el suelo
al comenzar la celebración.
La
Imposición de Manos: Es, sin duda un
gesto muy hermoso y significativo. Expresa muchas cosas: bendición, perdón,
transmisión de una fuerza, poder de Dios, y consagración. Depende en algunos
casos de las palabras que se emplean al realizar el gesto.
El
mismo Jesús imponía sus manos para sanar o resucitar (ver Lucas 4, 40). También
lo hacía para bendecir, en este caso a los niños, como lo describe el
evangelista Marcos: ”Jesús los abrazaba y luego ponía sus manos sobre ellos
para bendecidlos” (Mc 10, 16).
En
la actualidad este gesto se utiliza en todos los sacramentos.
De
este modo se nos recuerda que siempre dependemos de la fuerza de Dios. También
se puede emplear este gesto al interior de las familias, especialmente para
bendecir a los hijos y los padres.
Elevar
las Manos: Es, también, un gesto
importante dentro de nuestra liturgia. Aunque por lo general lo emplea el que
preside, perfectamente puede ser un gesto de toda la asamblea. ¿En qué
momentos? Puede ser al rezar o al cantar el Padre nuestro, al canto del Gloria,
acompañando alguna aclamación en la Plegaria Eucarística, también cuando se
cante algún Salmo o el mismo “Bendecid a Dios... levantad las manos hacia el
Santo lugar”.
San
Pablo le da importancia a este gesto y nos aconseja diciendo: “Quiero que los
hombres oren en todo lugar; que levanten al cielo manos limpias, sin enojos ni
discusiones” (1° Timoteo 2, 8).
Golpearse
el Pecho: Es un gesto que expresa una
actitud interior de arrepentimiento y humildad. Significa que reconocemos
nuestra propia culpa y que tenemos la intención de cambiar. Se hace en el acto
penitencial al rezar el “Yo confieso” diciendo “..por mi culpa, por mi gran
culpa...”
En
el Evangelio de Lucas se muestra la actitud del publicano “que no se atrevía a
levantar los
ojos
al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios mío, ten piedad de mi
que soy un
pecador”
(Lucas 18, 13).
Es
un gesto simbólico ya que pretende expresar nuestra condición de pecadores. No
se trata
de
golpearse con fuerza sino levemente, pero golpearse.
El
saludo de la paz: Un gesto que nos
hacemos unos a otros antes de atrevernos a acudir a la comunión: para recibir a
Cristo nos debemos sentir hermanos y aceptarnos los unos a los otros. Todos
somos miembros del mismo Cuerpo, la Iglesia de Cristo. Todos estamos invitados
a la misma mesa eucarística. Darnos la paz es un gesto profundamente religioso,
además de humano. Está motivado por la fe más que por la amistad: reconocemos a
Cristo en el hermano al igual que lo reconocemos en el pan y el vino.
Los
Besos: Los besos son señales de
afecto, de gratitud, de adhesión, veneración y también de reconciliación. Es un
gesto muy expresivo, especialmente en nuestra cultura.
En
Cuanto a la celebración Eucarística el Misal nos dice: “según la costumbre
tradicional en la liturgia, la veneración del Altar y del libro de los
Evangelios se expresa con el beso” (IGMR 232). También este gesto en el momento
de la paz, tal como los primeros cristianos que se daban el “ósculo de la paz”
(San Justino, mitad del siglo II).
En
otras celebraciones, como el Viernes Santo, besamos la cruz como signo de
adoración, durante el mes de María besamos los pies de la Virgen, también en
algunas ocasiones se besan las manos de los enfermos; en el sacramento de la
Reconciliación se emplea en señal de perdón, El Jueves Santo, a veces, el
sacerdote o el Obispo besa los pies de algunos fieles, etc.
El
sacerdote besa el libro de los evangelios: al hacerlo el sacerdote dice en voz baja: "las palabras del
evangelio borren nuestros pecados". Esta frase expresa el deseo de que la
Palabra evangélica ejerza su fuerza salvadora perdonando nuestros pecados.
Besar el Evangelio es un gesto de fe en la presencia de Cristo que se nos
comunica como la Palabra verdadera.
Libros
litúrgicos
Misal:
Contiene el texto utilizado por el
presidente.
Leccionario: Libro con las lecturas bíblicas para la Misa.
Libro
del Salmista: contine los salmos
responsoriales.
Cantatorio: Contiene los cantos de la Misa. Originalmente se
trataba de cantos en latín y música en gregoriano. Los cantos deben estar
autorizados por las Conferencias Episcopales. En la actualidad han sido
reemplazados por los cancioneros.
Rituales: Contiene el desarrollo de los sacramentos.
Liturgia
de las Horas (Breviario): contiene la
celebración de la oración del las distintas horas litúrgicas del día, las
cuales no son propias de los sacerdotes, sino de todos los fieles.
Calendario
litúrgico: Contiene un calendario de
la organización de las celebraciones litúrgicas durante todo el año.
Vasos sagrados y accesorios
Cáliz: copa en la que se pone
el vino que luego será Sangre de Cristo.
Patena: plato en el que se colocan las hostias durante la
Misa.
Copón: recipiente destinado a colocar las hostias cuando se
utilizan en gran número.
Corporal: lienzo cuadrado que se extiende en el centro del
altar y sobre el cual se depositan el cáliz y la patena o el copón.
Palia: paño almidonado para tapar el cáliz y la patena.
Ostensorio o custodia:
elemento en el cual se pone la hostia consagrada para ser expuesta a la
adoración de los fieles.
Viril: Elemento de sostén para la hostia dentro de la
custodia.
Mantel: Cubre el altar.
Aguamanil: Depósito para el
agua con que el sacerdote se lava las manos.
Manutergio: pequeño paño donde el presbítero se seca las manos
luego de lavárselas.
Crismeras: Vasos donde se
colocan los santos óleos: de los catecúmenos, de los enfermos (Bautismo y
unción de los enfermos) y Santo crisma (perfumado, para Bautismo, Confirmación
y Orden Sagrado).
Vinajeras: recipientes para el vino y el agua.
Luminaria: Es una lamparita, vela o lámpara de aceite (también eléctrica)
que debe arder continuamente junto al sagrario, para recordar que JesuCristo
está sacramentalmente allí y significa el amor vigilante de Dios.
Acetre: recipiente para el
agua de las bendiciones.
Hisopo: (puede utilizarse una ramita) se utiliza con el
acetre donde recibe el agua que será asperjada (salpicada).
Incensario o turíbulo:
Recipiente donde se colocan brasas e incienso.
Naveta: recipiente donde se guarda el incienso.
Las vestiduras
Alba: túnica blanca que cubre el cuerpo desde el cuello a
los tobillos.
Cíngulo: Cordón blanco destinado a sujetar el alba por la
cintura.
Estola: Banda larga de tela del color correspondiente al
oficio que se celebra. El obispo y el presbítero se la colocan sobre los
hombros y espalda, de modo que cae por delante en dos bandas paralelas. El
diácono la viste en forma cruzada, sobre el hombro izquierdo y sujetas las dos
puntas en el costado derecho.
Casulla: es una especie de poncho que se utiliza encima del
alba y la estola, utilizada por el obispo y los presbíteros.
Paño
humeral: paño de forma rectangular
que el presbítero se coloca sobre la espalda tomando con los extremos la
custodia en las procesiones con el santísimo y adoraciones.
Capa
pluvial: capa que se utiliza en
celebraciones especiales.
Símbolos Episcopales
La
Mitra: Gorro compuesto por dos
secciones triangulares rígidas unidas entre sí por un doblez; de la cara
posterior penden dos cintas llamadas ínfulas. Ornamenta así su cabeza para
significar que representa a Aquel que es Cabeza del pueblo de Dios.
El
Báculo: (palo o cayado donde
apoyarse) Es un bastón largo, que recuerda que el obispo es el pastor de la
diócesis, imagen del Buen Pastor, JesuCristo.
El
Anillo: Signo de la fidelidad y del
amor del obispo a la Iglesia.
La
Cruz Pectoral: Es una cruz que cuelga
sobre el pecho mediante una cadena alrededor del cuello
Solideo: (a Dios solo; porque se quita solo ante el
Santísimo). Casquete, generalmente de seda que pueden usar los sacerdotes
(solideo negro), usan los obispos (solideo Morado), Los Cardenales (Solideo
Purpura) y el Papa (Solideo Blanco)
El
Palio: Pequeña estola de lana blanca
con seis cruces negras a su alrededor que reposa sobre los hombros de los
arzobispos y que es signo de su autoridad y de su comunión con la sede de Roma,
se pone sobre la casulla.
Es
el conjunto de oraciones (salmos, antífonas, himnos, oraciones, lecturas
bíblicas y otras) que la Iglesia ha organizado para ser rezadas en determinadas
horas de cada día. El oficio divino es parte de la liturgia y, como tal,
constituye, con la Santa Misa, la plegaria pública y oficial de la Iglesia. Su
fin es consagrar las horas al Señor, extendiendo la comunión con Cristo
efectuada en el Sacrificio de la Misa. Quien reza el oficio hace un paro en las
labores para rezar con la Iglesia aunque se encuentre físicamente solo. Aunque
sin duda es necesaria la oración privada, también es necesario que recemos
formalmente unidos como Iglesia.
Los
sacerdotes, religiosos y religiosas tienen obligación de rezar el Oficio
Divino.
La
Iglesia invita a TODOS a rezar la Liturgia de las Horas:
Se
invita encarecidamente también a los demás fieles a que, según las
circunstancias, participen en la Liturgia de las Horas, puesto que es acción de
la Iglesia. -Código de Derecho Canónico [Canon 1174 § 2. ]
La
Liturgia de las Horas se reza en diferentes "horas" del día. Las
principales son los "laudes", que se hacen por la mañana antes de
comenzar las labores , y las "vísperas", al atardecer, cuando
regresamos a casa. Cada una requiere
solo unos 15 minutos y se pueden muy bien hacer en familia.
Estructura
Señalamos
en general dos niveles de celebración en la liturgia, las llamadas horas
mayores o principales y las horas menores, según el Concilio Vaticano II: «Los
Laudes y las Vísperas...se deben considerar y celebrar como las Horas
principales (Sacrosanctum Concilium 89a,100)» (OGLH 37), también se ha
considerado el oficio de lecturas como hora mayor. Dentro de las horas menores
podemos indicar las horas de Tercia, Sexta, y Nona además del rezo de
Completas.
Cada
hora está compuesta por los siguientes elementos:
•
Invocación
Inicial
•
Himno
•
Salmodia (a la
que se añaden en las horas mayores textos bíblicos no sálmicos llamados
cánticos)
•
Lectura Bíblica
(y Lectura Patrística en el oficio de lectura)
•
Responsorio
•
(Cántico
evangélico, preces y Padre Nuestro en el caso de Laudes y Vísperas)
•
Oración final y
despedida
•
Las
horas del oficio divino ("horas canónicas" según San Benito). (no es
necesario para los laicos rezarlas todas para participar de esta oración.
Pueden reducir el oficio a estas dos horas: Los Laudes antes de ir a trabajar y
las Vísperas al terminar los trabajos).
•
Maitines (la
oración de la mañana) también llamadas (matutinae laudes o alabanzas
matutinas). El nombre es del latín matutinus.
La primera de las horas canónicas. Antiguamente se cantaban los maitines
durante las primeras horas del día, poco después de la media noche.
•
Laudes, que
significa "alabanzas". Es, con las vísperas, una de las horas
principales. Consiste de un himno, dos salmos, un cántico del Antiguo o del
Nuevo Testamento, una lectura corta de la Biblia, el Benedictus, responsorios,
intercesiones, el Padrenuestro y una oración conclusiva.
•
"horas
menores"
•
Prima: primera
hora después de salir el sol, aprox. 6AM
•
Tercia: tercera
hora después de salir el sol, aprox. 8AM
•
Sexta: sexta
hora, aprox. 11AM
•
Nona: novena
hora, aprox. 2PM
•
Vísperas: (viene
de "vesper": tarde). Es el oficio de la tarde. Consiste de un himno,
dos salmos, un cántico del Antiguo o del Nuevo Testamento, una lectura corta de
la Biblia, el Magnificat de la Santísima Virgen, responsorios, intercesiones,
el Padrenuestro y una oración conclusiva.
•
Completas:
oraciones del oficio divino al acostarse.
También
se reza diariamente el Oficio de las lecturas que consiste en tres salmos y de
dos lecturas, una de la Biblia y la otra de otra fuente, generalmente de los
Padres, de los santos o de un documento de la Iglesia.
Organización
del Oficio Divino:
Como
aparece en el Breviario, el oficio está dividido en:
•
El Propio del
Tiempo, con lecturas bíblicas y homilías.
•
Solemnidades del
Señor
•
El Ordinario (el
orden regular cuando no hay una fiesta señalada)
• El Salterio
(salmos para las diferentes horas) que sigue un ciclo de cuatro semanas.
•
El Propio de los
Santos, con secuencia de fiestas
•
Oficios Comunes,
para las Misas votivas
•
El Oficio de los
Muertos.
•
Un suplemento
contiene cánticos y lecturas de la Palabra para las vigilias, pequeñas
oraciones de intercesión, e índices detallados.
•
La revisión del Breviario
desde el Concilio Vaticano Segundo prescribe:
Oficio
de las Lecturas, Oración de Laudes (mañana), Oración del Día (optar por una de
las menores), Oración de Vísperas (Atardecer)
y Completas (Oración de la Noche). Estas
incluyen las antífonas apropiadas, así como las oraciones, salmos, cánticos,
himnos, y responsorios que aparecen en el breviario.
Para
todo el clero, religiosos y religiosas, el Oficio Divino continúa siendo
obligación formal. Su primer cometido es orar por el pueblo y en nombre del
pueblo que se les ha encomendado. Lo
ideal es que el clero rece con su pueblo en cuanto sea posible
Aunque
no es obligación para los laicos, La Iglesia recomienda a todos los fieles que
recen el Oficio Divino. San Pío X, en 1903 exhortó encarecidamente al pueblo
cristiano a participar en el Oficio Divino.
El Concilio Vaticano II confirmó esta recomendación que aparece también
en el Catecismo de la Iglesia Católica:
1196 Los fieles que celebran la Liturgia de las Horas se unen a Cristo, nuestro Sumo Sacerdote, por la oración de los salmos, la meditación de la Palabra de Dios, de los cánticos y de las bendiciones, a fin de ser asociados a su oración incesante y universal que da gloria al Padre e implora el don del Espíritu Santo sobre el mundo entero.
Aparece
también en la actual ley canónica:
"Se invita encarecidamente también a los demás fieles a que, según las circunstancias, participen en la Liturgia de las Horas, puesto que es acción de la Iglesia." -Canon 1174 § 2.
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