Las herejías

Dentro del estudio de la Apologética es importante conocer en la historia de la Iglesia, las distintas corrientes doctrinales que se fueron desviando de la Verdad, hasta contradecir por completo la enseñanza de la Iglesia.
Desde el mismo inicio del Cristianismo se empezó a desviar o malentender la enseñanza de Cristo, por parte de miembros mismos de la Iglesia, convirtiéndose en “herejes, apóstatas o cismáticos”.
Estas palabras hoy día son utilizadas de manera arbitraria, sin tener claridad de lo que verdaderamente significan. Colocaremos algunos términos básicos antes de abordar el tema, de acuerdo a lo que enseña el Código de Derecho Canónico en su numeral 751[i]:
  • Herejía: Se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma
  • Apostasía: Es el rechazo total de la fe cristiana
  • Cisma: el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos.
En los debates apologéticos, la palabra más común utilizada es la de “herejía”. Realmente la he visto usada en debates sin darles un uso correcto. La palabra “herejía” proviene del griego α?ρεσις (hairesis) y la utiliza San Pedro en la siguiente cita:
En el pueblo de Israel hubo también falsos profetas, que pueden compararse a los falsos maestros, que entre vosotros, introducirán herejías perniciosas, y que negando al Dueño que los adquirió atraerán sobre sí una rápida destrucción. (2 Pe 2, 1)


Es importante notar que San Pedro mencione “entre vosotros”, pues al igual que lo menciona el Código de Derecho Canónico en su numeral 751, hay herejía luego de recibido el Bautismo, es decir, que una herejía es lanzada primordialmente por un católico.
Jesús nos advierte
Desde el mismo Nuevo Testamento, Cristo nos advirtió de quienes quisieran pervertir y engañar:
Él les respondió: "Tengan cuidado de que no los engañen, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: "Yo soy el Mesías", y engañarán a mucha gente. (Mt 24, 4-5)
Porque aparecerán falsos mesías y falsos profetas que harán milagros y prodigios asombrosos, capaces de engañar, si fuera posible, a los mismos elegidos. Por eso los prevengo. (Mt 24, 24-25)

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San Pablo en los Hechos nos enseñará:
Yo sé que después de mi partida se introducirán entre ustedes lobos rapaces que no perdonarán al rebaño. Y aun de entre ustedes mismos, surgirán hombres quetratarán de arrastrar a los discípulos con doctrinas perniciosas. (Hch 20, 29-30)
Con lo cual deja claro, que dentro de los mismos creyentes surgirían doctrinas erradas. Pero al tiempo nos muestra que incluso en su época ya se habían introducido doctrinas erróneas, como reclama a los Gálatas:
Me sorprende que ustedes abandonen tan pronto al que los llamó por la gracia de Cristo, para seguir otro evangelio. No es que haya otro, sino que hay gente que los está perturbando y quiere alterar el Evangelio de Cristo. Pero si nosotros mismos o un ángel del cielo les anuncia un evangelio distinto del que les hemos anunciado, ¡que sea expulsado! (Gal 1, 6-9)
Teniendo en cuenta el ambiente helénico en el que se debía mover San Pablo, los cristianos tenían contacto con las filosofías de otras naciones e incluso con los judíos que buscaban a toda costa no dejar crecer a los cristianos, y sobre ello también advierte San Pablo. Incluso tradiciones humanas que intentaban imponerse a los creyentes:
No se dejen esclavizar por nadie con la vacuidad de una engañosa filosofía, inspirada en tradiciones puramente humanas y en los elementos del mundo, y no en Cristo (Col 2, 8)
Estas doctrinas tienen una cierta apariencia de sabiduría por su "religiosidad", su "humildad" y su "desprecio del cuerpo", pero carecen de valor y sólo satisfacen los deseos de la carne. (Col 2, 23)
Es posible que San Pablo haga mención a los judíos[1], por sus menciones a la circuncisión (2, 11-13, ley mosaica (2, 14) y observación de sábados (2, 16)[2]
La venida del Impío será provocada por la acción de Satanás y estará acompañada de toda clase de demostraciones de poder, de signos y falsos milagros, y de toda clase de engaños perversos, destinados a los que se pierden por no haber amado la verdad que los podía salvar. Por eso, Dios les envía un poder engañoso que les hace creer en la mentira, a fin de que sean condenados todos los que se negaron a creer en la verdad y se complacieron en el mal. (2 Tes 2, 9-12)
PRINCIPALES HEREJIAS
A pesar de las advertencias apostólicas, las herejías fueron apareciendo y fueron ganando adeptos. En el mismo Nuevo Testamento se hacen mención de las primeras herejías, las del siglo I. Estas fueron:
Nicolaítas: Secta mencionada en el Apocalipsis. Esta secta representaría la desviación moral. Nico significa “dominador” y laos “pueblo”. En este sentido, nicolaíta sería sinónimo de persona que pervierte las costumbres morales y religiosas[3]. Los pasajes en donde se condena esa herejía son:
“Sin embargo, tienes esto a tu favor: que detestas la conducta de los nicolaítas, lo mismo que yo” (Ap 2, 6) – Mensaje dirigido a la Iglesia de Efeso.
Tienes además partidarios de la doctrina de los nicolaítas. Arrepiéntete, o iré en seguida para combatirlos con la espada de mi boca (Ap 2, 15-16) –Mensaje dirigido a la Iglesia de Pergamo
De esta forma, esta secta habría estado difundida en el Asia menor. De acuerdo a San Ireneo vivían el desenfreno de las pasiones. Según San Hipólito su fundador sería uno de los siete diáconos, Nicolás, algo que luego desmiente San Clemente de Alejandría[4].
Ebionitas: secta que se difundió a finales del siglo I e inicios del siglo II. No hay consenso entre quien es su fundador. Loa exégesis actual descarta que sea un tal Ebión y más bien era una de las ramas de los cristianos conversos del judaísmo. Varios Padres de la Iglesia los mencionan como San Ireneo, San Hipólito y Tertuliano. Entre sus doctrinas estaban:
  • Rechazaban la divinidad de Cristo
  • Rechazaban su nacimiento virginal
  • Guardaban el sábado y el domingo
  • Consideraban apóstata a San Pablo
  • Sólo reconocían el Evangelio de San Mateo
Docetas: Los docetas negaban la encarnación de Cristo. Para ellos la encarnación es una simple apariencia. San Juan seguramente conoció de esta herejía y la confrontó en una de sus cartas:
Porque han invadido el mundo muchos seductores que no confiesan a Jesucristo manifestado en la carne. ¡Ellos son el Seductor y el Anticristo! (2 Jn 7). Igualmente San Ignacio de Antioquía fue un defensor de la fe ante la herejía doceta.
Gnósticos: Los gnósticos fue de las herejías que logró mayor difusión, entre los siglos I al III. Es realmente un sincretismo religioso. Su nombre viene de “gnosis” que significa conocimiento, pues ellos se abrogaban tener conocimientos ocultos de los Apóstoles que los demás no tenían esto generó confusiones porque muchos gnósticos se hacían pasar por cristianos[5]. Debido a esto empezaron a aparecer escritos falsamente atribuidos a los Apóstoles como el Evangelio de Felipe o el de Tomás descubiertos en las cuevas de Nag-Hammadi[6]. Entre las doctrinas gnósticas están:
  • Ascienden espiritualmente por el conocimiento, por lo que la carne es innecesaria y sólo se salvan por el saber.
  • Mezclan diversas doctrinas de diversas religiones, al estilo del New Age, con el fin de aparentar dominio de las verdades divinas.
  • Hay dos principios en el universo: el bien y el mal. El bien es espiritual y el mal es lo material. En esa lucha debe vencerse a lo material para liberarse, y eso se hacía con el conocimiento
  • Tenían niveles cósmicos y esferas celestiales, y una gran cantidad de seres espirituales en donde la Trinidad son seres de bajo rango
  • Las mujeres son seres inferiores por ser quienes atrapan las almas inmortales en el cuerpo material, de ahí que el matrimonio sea perverso al igual que el sexo
  • Jesús es un ser espiritual que aparentó tomar un cuerpo.
Contra los gnósticos combatió en todo su esplendor San Ireneo de Lyon en su obra “Contra Herejes”.
Montanismo: Fundados por Montano en el siglo II (año 170 D.C) enseñaba que era el profeta del Espíritu Santo. Anunciaba el inminente regreso de Cristo, y por tanto se debía llevar una dura vida ascética y de penitencia. Tristemente a esta secta se unió Tertuliano. También rechazaban el matrimonio. Podemos ver tanto en los montanistas como en los gnósticos, el cumplimiento de la profecía de san Pablo:
"El Espíritu afirma claramente que en los últimos tiempos habrá algunos que renegarán de su fe, para entregarse a espíritus seductores y doctrinas demoníacas, seducidos por gente mentirosa e hipócrita, cuya conciencia está marcada a fuego.
Esa gente proscribe el matrimonio y prohíbe el consumo de determinados alimentos que Dios creó para que los creyentes y los conocedores de la verdad los comieran dando gracias” (1 1Tim 4, 1-3)
Modalismo: Precedente del sabelianismo, el monarquismo surgió en el siglo II como reacción al adopcionismo. El monarquismo un solo Dios pero que se manifestaba de diferente forma: como Padre, Hijo y como Espíritu Santo. Esta herejía era una clara ofensa a la Trinidad, pues no respetaba la distinción de personas. Fue difundida por Noeto de Esmirna y para estos fue el Padre el que padeció en la cruz[7]
Adopcionismo: Para estos, Cristo era un simple hombre que fue adoptado por Dios y que por medio del Bautismo sería bañado de divinidad para cumplir su misión[8]
Maniqueismo: Secta fundada en el siglo III en Persia. Los Maniqueos creen que el espíritu del hombre es de Dios pero el cuerpo del hombre es del demonio. En el hombre, el espíritu o luz se encuentra cautivo por causa de la materia corporal; por lo tanto, creen que es necesario practicar un estricto ascetismo para iniciar el proceso de liberación de la luz atrapada. Desprecian por eso la materia, incluso al cuerpo. Los "oyentes" aspiraban a reencarnarse como "elegidos", los cuales ya no necesitarían reencarnarse más. Para ellos Jesús era el Hijo de Dios, pero que había venido a la tierra a salvar su propia alma. Jesús, Buda y otras muchas figuras religiosas habían sido enviadas a la humanidad para ayudarla en su liberación espiritual[9].
Marcionismo: Secta fundada por Marción en el siglo II, como variante del gnosticismo. Para esta secta hay un Dios del Antiguo Testamento en oposición con el del Nuevo Testamento. El Dios malo es el del Antiguo Testamento que reprimió a la humanidad con la Ley. El Dios bueno envió a Jesús pero no nació de María ni sufrió ni murió. Marción también prohibía el matrimonio y la carne. En su canon sólo cabe San Lucas y las diez epístolas de San Pablo[10]
Arrianismo: Fue la principal del siglo IV. Debe su nombre debido a Arrio, un obispo de Alejandría que en el año 318 D.C predica que no hay tres personas divinas, sino un solo Padre y que Cristo no es Dios sino una creatura creada por Dios de la nada[11]. Adicionalmente enseña que Dios Padre elevó al rango de Hijo suyo a Cristo; por lo mismo, si con respecto a nosotros Cristo puede ser considerado como Dios, no sucede lo mismo con respecto al Padre puesto que su naturaleza no es igual ni consustancial con la naturaleza del Padre[12]. Arrio pensaba: “el Hijo no siempre ha existido (...), el mismo Logos de Dios ha sido creado de la nada, y hubo un tiempo en que no existía; no existía antes de ser hecho, y también Él tuvo comienzo. El Logos no es verdadero Dios. Aunque sea llamado Dios, no es verdaderamente tal”[13]
El arrianismo fue condenado en un concilio local en Alejandría en el año 320 D.C, sin embargo la herejía logró expandirse y se generó una crisis de gran proporción que el emperador Constantino se vio necesitado de convocar el Concilio de Nicea. El arrianismo fue condenado en el Concilio en donde surgieron líderes importantes para enfrentarlo como San Atanasio.
El arrianismo tomaría un nuevo impulso cuando Arrio es rehabilitado de su destierro y reciben el apoyo de Constancio II (hijo de Constantino), quien era de ideas arrianas. Constancio II y Constante su hermano, quienes gobernaban occidente y oriente respectivamente se reunieron en el Concilio de Sárdica en el año 343 D.C, en el cual restituyeron a San Atanasio del destierro y la deposición de muchos obispos arrianos.
Tras la muerte de Constante quedando la única autoridad ahora en Constancio II, los arrianos ganaron fuerza pero fueron finalmente derrotados en el Concilio de Constantinopla. Se puede decir que el arrianismo profesado desapareció hacia el siglo VI.
Donatismo: Esta herejía también es el del siglo IV. Se debe a un obispo llamado Donato. La herejía en sí lo que enseñaba era que los sacramentos para ser válidos según la santidad del ministro, y que la Iglesia sólo estaba formada por puros.
El origen de la herejía sucede porque en época de Diocleciano muchos fueron perseguidos y obligados a entregar las Sagradas Escrituras para ser quemadas, entre eso estaba Felix de Aptonga, a quienes algunos consideraban traidor. Felix había ordenado a Ceciliano como obispo de Cartago, importante sede africana. Muchos obispos no estaban de acuerdo y decidieron nombrar a Mayorino como obispo de Cartago por lo que se dio un cisma. Donato reemplaza a Mayorino y es quien estructura realmente la herejía. Para él, no había sacramento válido celebrado por un sacerdote indigno, es decir, Ceciliano no podía ser Obispo porque quien lo ordenó era un “traidor”. La herejía lo que en el fondo quiere mostrar es que es la santidad del ministro la que haría válido el sacramento. San Agustín fue uno de los santos que más combatió esta herejía y del que tenemos obras escritas. S. Agustín se pronuncia con frecuencia contra su arrogancia e impiedad porque casi era adorado por sus seguidores. Se dice que en su vida le gustaba mucho que le adularan y después de morir fue contado entre los mártires y hasta se le atribuyeron milagros[14].
Se convoca un sínodo en Roma en el 313 para verificar el caso de Ceciliano y se define que su ordenación es válida. El sínodo de Arles en el año 314 confirmó la condena del de Roma, incluso se hizo una investigación y se descubrió que Felix no era ningún traidor porque no había estado cuando en la época de Diocleciano habían confiscado las Sagradas Escrituras [15]
Macedonismo: Esta herejía atentaba contra la divinidad del Espíritu Santo. Se dio por un Obispo llamado Macedonio al que los arrianos habían impuesto en la sede de Constantinopla. Fue cruel, persiguió a los novacianos y a los católicos. Fue incluso capaz de desenterrar el cuerpo de Constantino. Se logró que fuera depuesto, y en sus últimos años abraza la herejía contra el Espíritu Santo. Si bien aceptaba lo enseñado por Nicea respecto al Hijo, negaba que el Espíritu Santo fuera Dios. En parte la no profundización del credo de Nicea en donde sólo se menciona: creemos en el Espíritu Santo, fue la excusa perfecta para propagar su error[16]. Cuando San Atanasio regresa del destierro logra condenar a Macedonio y su doctrina en un concilio en Alejandría.
Contra esta herejía escribieron grandes Padres de la Iglesia de Oriente como San Gregorio de Nisa[17] o San Basilio. Finalmente esta herejía sería condenada por el Concilio de Constantinopla.
Apolinarismo: Esta herejía fue promulgada por Apolinar, Obispo de Laodicea, quien enseñaba que Cristo no era únicamente Dios, pero a la vez no era hombre, sino un ser intermedio. Esto lo argumentaba porque pensaba que cuando el Verbo asumía la naturaleza humana, reemplazaba el alma humana, por lo que si Cristo no tenía alma humana no era realmente humano. Con esto, Cristo era un ser producto de la unión entre el Padre, el Hijo y un cuerpo mortal. Esta herejía fue condenada por el Concilio de Constantinopla
Nestorianismo: Herejía defendida por Nestorio, Patriarca de Constantinopla que en contra del apolinarismo enseñaba que María no es madre de Dios porque el que nació de María es diferente al Verbo de Dios. Es decir, en Cristo no había unión hipostática de las dos naturalezas en una persona, sino en una nueva persona compuesta, por consiguiente, en Cristo, no se pueden atribuir las propiedades divinas al hombre ni las propiedades humanas a Dios (comunicatio idiomatum)[18]. Esta herejía en el fondo enseñaba que:
  • El hijo de la Virgen María no es el Hijo de Dios
  • En Cristo existen dos naturalezas como dos personas distintas;
  • Entre las personas no existe una unión sustancial (o hipostática) sino meramente accidental o moral;
  • El hombre que hay en Cristo no es Dios, sino su portador
  • La Virgen María sólo puede ser designada como la ‘Madre de Cristo’ (Christotokos) y no bajo como lo enseñaba la Iglesia, esto es, la ‘Madre de Dios’ (o Theotokos), ya que la persona nacida de María no puede identificarse con la persona del Verbo Encarnado por Dios Padre.
Esta herejía fue combatida por San Cirilo de Alejandría en el Concilio de Efeso en el año 431 D.C. Hoy día podemos encontrar esta herejía presente en muchas sectas evangélicas que siguen insistiendo en que María no es madre de Dios.
Pelagianismo: Esta herejía fue defendida por Pelagio, quien veía el relajamiento en la espiritualidad de muchos y por ello apela a que el hombre busque por sus medios hacerse santo. Esta herejía se estrellaba de frente con la doctrina de la gracia que enseña que no hay nada que podamos hacer de bueno en nuestras fuerzas que no venga primeramente de la gracia de Dios, y que nadie por sus propias fuerzas podría salvarse. Podríamos resumir esta herejía así:
  • Adán hubiese muerto aunque no hubiese pecado.
  • El pecado de Adán dañó solo a él. Sus descendientes solo recibieron mal ejemplo.
  • Los niños antes del bautismo están en la misma condición que estuvo Adán antes de la caída.
  • La humanidad no muere por el pecado de Adán ni resucita en el último día por la redención de Cristo.
  • El pecado de Adán solo le afectó a él y no a su descendencia. Por lo tanto los hijos de Adán nacen libre de culpa.
  • La ley del Antiguo Testamento ofrece la misma oportunidad de salvación que el Evangelio.
A este hereje lo enfrentó San Agustín en muchas de sus obras en donde desarrolla que la gracia de Dios en ningún momento violenta el libre albedrío. Esta herejía fue condenada por el Concilio de Cartago en el año 416 D.C.
Monofisismo: Esta herejía surgía como reacción al Nestorianismo. Si Nestorio afirmaba que en Jesús habían dos personas, el monofisismo argumenta que en Jesús hay una sola naturaleza. La unidad en la persona de Jesús que defendió San Cirilo, llevó a algunos a decir que en la encarnación, la naturaleza humana fue absorbida por la divina[19]. Su exponente fue Eutiques, quien fue excomulgado por el Patriarca de Constantinopla y confirmada por el Papa San León Magno. Esta herejía fue condenada por el Concilio de Calcedonia en el año 451 D.C.
Monotelismo: Esta herejía fue propuesta por Sergio, Patriarca de Constantinopla, quien afirmaba que en Cristo había una sola voluntad. En el fondo lo que quería Sergio era conciliar a los monofisistas con el resto de la cristiandad. Recordemos que los monofisistas habían propuesto que en Cristo había una sola naturaleza en contraposición a los nestorianos que afirmaban que en Cristo habían dos personas.
La propuesta de Sergio ganó aceptación en Egipto[20] y Armenia, pero se levantó San Sofronio, patriarca de Jerusalén denunciando la falsedad de la doctrina. San Sofronio escribe al Papa Honorio, pero Sergio se adelanta.
Sergio logró que el emperador Heraclio dictara un documento llamado Ectesis, claramente monotelista. Esto levantó protestas, por lo cual lo eliminaron, pero con el sucesor de Heraclio, Constante II, se sacó un nuevo documento que pedía guardar silencio sobre qué postura tomar, llamado “Tipos”[21].
El Papa Honorio en ese momento escribe cartas a Sergio, las cuales posteriormente fueron usadas para condenar de herejía al Papa Honorio, en uno de los casos más polémicos, que después sería discutido en el Concilio Vaticano I respecto a la infalibilidad papal.
Sobre el caso de Honorio ha corrido mucha tinta, sobre todo por los detractores del Papado y de la infalibilidad papal, pues si el Papa Honorio cayó en herejía monotelista no puede ser infalible. La acusación contra Honorio brota de la respuesta en donde hace eco de una voluntad:
“Por qué admitimos una voluntad de nuestro Señor Jesucristo, porque evidentemente fue nuestra naturaleza y no el pecado en ella lo que fue asumido por la Divinidad, es decir, la naturaleza que fue creada sin pecado, no la naturaleza que fue viciada por el pecado”
Lo adicional contra la acusación a Honorio parte de que pide guardar silencio sobre el tema:
“…tomando en cuenta la simplicidad del hombre y para evitar controversias, debemos, como ya lo había dicho, definir ni uno ni dos operaciones en la mediación entre Dios y el hombre” (2) [Non nos oportet unam aut duas op operaciones predicare”]
Hay que analizar que Honorio en sí no defiende la herejía monotelista, sino que respecto a la naturaleza humana de Cristo no acepta que hayan dos voluntades como contrapo niendo que haya una naturaleza sujeta al pecado y otra sin pecado. Sergio supo sacar partido a favor de esto para apoyar su postura.
Cuando se analiza la postura de Honorio, de lo que podríamos acusarlo es de negligencia por no usar de la forma adecuada para abordar esta problemática pero nunca de enseñar herejía. Honorio no profundizó la cuestión y por ello, con esa carta fue a pedir al emperador ordenar imponer silencio sobre el tema. Honorio había muerto y no tenía forma ya de aprobar o desaprobar el decreto imperial[22]
Tanto Juan IV, Papa, como San Máximo de Constantinopla y Juan Symponus demostraron por escrito que Honorio simplemente mencionó lo de una voluntad en contraposición a quienes alegaban dos voluntades humanas[23]. Sin duda, Honorio no intentaba negar que en Cristo hay una voluntad humana, las facultad más alta, pero usó palabras que podían ser interpretadas en el sentido de la herejía y no reconoció que la cuestión no iba de la unidad de la Persona Que Quiere, ni del total acuerdo de la Divina Voluntad con la facultad humana, sino de la existencia distinta como una parte integrante de la Humanidad de Cristo.
El Papa León II cuando condena a Honorio afirma:
«El cual no extinguió como era conveniente a su autoridad apostólica la incipiente llama de la doctrina herética, sino que la favoreció con su negligencia»[24]
Luego de que Constante II retirara la Ecthesis y sacara un nuevo documento llamado “Tipos” que simplemente pedía silencio, se realizó un concilio Laterano en el 649 D.C que condenó ambos documentos, lo que enfureció al emperador e hizo desterrar al Papa San Martín I. Debido a esto será necesario convocar un nuevo concilio que será el que finalmente condene la herejía monotelista.
Monoenergismo: Derivada de lo mismo, lo que defendía era que en Cristo obraba una sola energía u operación. Esta energía sería una mezcla de lo divino y humano, llamado teándrico. Ciro de Alejandría dirá:
“Que este mismo único Cristo e Hijo, efectúa ambas acciones que le pertenecen como Dios, y aquellas que son humanas, por una, sola, operación teándrica”
El problema estaba en si se asociaba la energía o actividad, a la persona o a la naturaleza. Se podía pensar que se asociaba a la persona por el ejercicio de la libertad del sujeto para obrar, pero se podía pensar que era asociada a la naturaleza por considerarse como apetitos racionales[25]. San Sofronio y San Máximo Confesor son las principales figuras que se levantan a aclarar que la actividad va asociada a la naturaleza, por tanto en Cristo no podrían haber dos energías o actividades que fueran contrarias. Podríamos decir que el monoenergismo es como una primera etapa del monotelismo.
EL CISMA DE ORIENTE
El cisma de Oriente representa un acontecimiento triste y lamentable para la historia de la Iglesia, pues significa la división de la cristiandad, de esa única Iglesia fundada por Jesús, en dos partes: ambas con origen apostólico, ambas con sucesión valida, ambas con los sacramentos, ambas deseando servir al único Señor Jesús, pero que diferentes facciones, incomprensiones, elementos políticos, culturales y geográficos que fueron abonando el terreno para tan lamentable división.
Debemos ubicarnos en el siglo XI. El Papa es León IX, quien llega al Papado en el año 1049 D.C. El Patriarca de Constantinopla es Miguel de Cerulario, quien venía alimentado por el partido de Focio, quien había dejado su semilla de rechazo a lo occidental.
El Papa León IX quería recuperar el control de Sicilia y el norte de Italia que había perdido la Iglesia en las luchas iconoclastas. Buscando apoyo del Emperador Enrique III, éste fue aconsejado por varios obispos que no enviara tropas. Entonces el Papa buscó apoyo en el gobernador griego del sur de Italia, Argyros, quien estuvo de acuerdo en una alianza así, pero es cuando entra en oposición Miguel de Cerulario[26]. Cerulario veía en esa alianza un afianzamiento más de lo latino, por ello instiga a Léon de Ácrida, arzobispo a que escriba una carta al Arzobispo latino Juan de Trani, en el que le condena varios asuntos rituales. Básicamente los argumentos dados eran[27]:
  • Usan pan ázimo para la Eucaristía
  • Los sacerdotes cumplen el celibato
  • La confirmación sólo era administrada por el Obispo
  • La introducción del Filioque en el Credo
Este tipo de diferencias podían resolverse por medio de un Concilio, por tanto no es este tipo de argumentos lo que es capaz de dividir después de 10 siglos a una Iglesia que viene bien. Ya habían ido aportando distintos factores a esa división de la Iglesia[28]. Las relaciones ya para el siglo XI venían mermadas, en apariencia bien, pero muy deterioradas. Podemos enumera esos factores como:
Políticos: El levantamiento del Imperio Carolingio y luego del Romano Germánico no gustó en Oriente, en donde el Emperador era el Bizantino. Si bien la Iglesia en Occidente se apoyó en estos imperios para poder cristianizar y defenderse de los bárbaros, también habían elementos de ambición. Adicionalmente el reclamo de Constantinopla sobre Roma.
Étnicos: Las diferencias culturales y sociales entre asiáticos y europeos fueron haciendo mella, hasta incluso las diferencias de lenguaje.
Religiosos: Se fueron dando diferencias, por ejemplo en ritos, santorales, fechas de celebraciones, y prácticas disciplinares como el celibato, fueron distanciando cada vez más a Oriente de Occidente.
El Papa León IX envió una delegación a Constantinopla a tratar este asunto, incluso por petición del Emperador Bizantino. Fuentes latinas mostrarán que los legados papales excomulgaron a Miguel de Cerulario por sus acusaciones, pero hay que reconocer que el Papa no escogió bien a sus legados y mandó personas que también tenían rechazo a lo que fuera bizantino. La carta que llevaba Humberto de Silvacandida a nombre del Papa era bastante fuerte y nada cordial. El Emperador sin embargo recibe a los legados, pero Focio es muy frío. En la carta también se proponía una alianza de Bizancio con Roma contra los normandos[29].
Humberto de Silvacandida redacta una bula de excomunión que no entrega a nadie, la deja en el altar de la Iglesia de Santa Sofia. La bula era bastante injuriosa y en la que acusaba falsamente a a Oriente. Cuando el Emperador Constantino IX se entera manda a llamar nuevamente a los legados papales pero estos no aceptan regresar.
En la excomunión de Occidente no se excomulga a la Iglesia en general sino a Miguel de Cerulario. Ni siquiera la excomunión de Cerulario incluyó al Papa. En un principio estaba sólo en su sentencia pero poco a poco los otros patriarcados orientales se fueron sumando a la excomunión contra el Papa[30].
Importante análisis que se hace sobre la bula de excomunión de Occidente pues el Papa León IX murió tres meses antes de que saliera la bula, y el Papa Victor II fue elegido en 1055 D.C. Quiere decir que durante esa bula no había Papa y por tanto el encargo pontificio se considera caduco. A partir de ahí, la brecha creció y ni los intentos de acercamiento en los Concilios de Lyon y Basilea en 1274 y 1439 tuvieron éxito.
El Papa Pablo VI dio un paso importante cuando levantó la excomunión sobre Oriente, y en Constantinopla hicieron lo mismo.
También es valioso cuando en 2002, el Papa San Juan Pablo II recibía y se encontraba con una delegación ortodoxa por primera vez en diez siglos. De su discurso podemos resaltar:
El conocimiento personal recíproco y el intercambio de información, así como un diálogo franco sobre los medios para entablar las relaciones entre nuestras Iglesias, constituyen el preámbulo indispensable a fin de progresar con espíritu de fraternidad eclesial. Son también la condición esencial para poner por obra una colaboración que permita a los católicos y a los ortodoxos dar juntos un testimonio vivo de su patrimonio cristiano común. Esto vale, sobre todo, en la sociedad actual, donde parece debilitarse la armonización entre los estilos de vida y el Evangelio, y también parece disminuir el reconocimiento del valor de las enseñanzas evangélicas por lo que concierne al respeto del hombre, creado a imagen de Dios, y de su dignidad, así como la justicia, la caridad y la búsqueda de la verdad[31].
(Extracto de discurso de San Juan Pablo II a la visita enviada por Grecia)
Existen hoy día, Iglesias ortodoxas que decidieron entrar en plena comunión con la Iglesia Católica Romana, y son conocidas como Iglesias católicas orientales. Se les permitió mantener su liturgia, disciplina y desarrollo teológico pero aceptando todos los dogas católicos posteriores al Cisma de 1054 D.C.
El Concilio Vaticano dio un paso importante cuando habló de la relación de la Iglesia Romana con las Iglesias orientales, pues para muchos son algo desconocido, para muchos solo lo existe lo latino, y por ello reviste
Nuestra atención se fija en las dos categorías principales de escisiones que afectan a la túnica inconsútil de Cristo. Las primeras tuvieron lugar en el Oriente, a resultas de las declaraciones dogmáticas de los concilios de Efeso y de Calcedonia, y en tiempos posteriores por la ruptura de la comunidad eclesiástica entre los patriarcas orientales y la Sede Romana.
Más de cuatro siglos después sobrevienen otras en las misma Iglesia de Occidente, como secuela de los acontecimientos que ordinariamente se designan con el nombre de reforma. Desde entonces, muchas comuniones nacionales o confesionales quedaron disgregadas de la Sede Romana. Entre las que conservan, en parte, las tradiciones y las estructuras católicas, ocupa lugar especial la comunión anglicana[32].
EL CISMA DE OCCIDENTE
El cisma de Occidente fue un acontecimiento posterior al papado en Avignon, cuando los Papas estuvieron residiendo en Avignon, bajo la tiranía francesa. Fue una época muy dura para la Iglesia, y el volver a Roma significó un paso importante en la restauración de la Iglesia. Gracias a mujeres como Santa Catalina de Siena y Santa Brígida, esto se logró. El Papa Gregorio XI tocado por estos mensajes volvió a Roma. Pero a la muerte de Gregrorio XI, a finales del siglo XIV, se da lo que se conoce como el Cisma de Occidente. Ya en momentos anteriores de la historia, se había presentado que había un Papa legítimo y un antipapa, sin embargo el cisma de Occidente nos presenta a tres que se abrogaban el título de Papa.
Luego de la muerte de Gregorio XI en 1378, el cónclave se inició en Roma, en donde los cardenales que se encontraban allí, eligieron al papa Urbano VI, Bartolomé Prignano, quie no era cardenal sino Arzobispo de Bari, y por tanto no de las líneas de mando de los grupos cardenales. Eran dieciséis cardenales: once franceses, cuatro italianos y un español[33]. Cada vez que las fuentes históricas nos remiten a esta elección se hace mención de las revueltas romanas a las afueras del Vaticano, pues luego del paso del Papado en Avignon, el pueblo quería un Papa romano o por lo menos italiano, lo que ha llevado a estudiar si en verdad las revueltas influyeron en la elección del Papa escogido. Como dato adicional, entre los cardenales electores estaban los que posteriormente serían los antipapas Clemente VII y Benedicto XIII, de la línea de Avignon[34].
El Papa Urbano VI, Bartolomé Prignano, una vez elegido empezó a mostrar actitudes hostiles, torpezas en el manejo del pontificado, incluso llegando a quitar algunos derechos a los cardenales. Caprichoso y con muchas extravagancias[35], pudieron hacer pensar a los cardenales sobre lo errado de su decisión. No todo lo malo se le puede achacar a Urbano Vi, pues entre sus ideas estaba acabar con la simonía en los cardenales[36]. Los cardenales de hecho, molestos con la decisión tomada se fueron a Fondi y escogieron como Papa a quien tomaría el nombre de Clemente VII, quien se vio forzado a irse a Avignon. De esta forma se configuró el cisma porque había un Papa en Roma y otro en Avignon.
La decisión tomada por los cardenales fue propiciada en cierta forma por Urbano VI, por la forma en que atendió el Papado, entre la necesidad de reforma y sus malos manejos. A su escogencia nadie puso en duda lo legítimo que resultaba la elección, ni los cardenales franceses en Avignon ni los gobernantes, pero una vez Urbano VI adoptó su forma de trato la situación cambió.
Esta situación fue gravísima para la cristiandad, quien se encontraba entonces entre dos posturas, ¿Cuál era el Papa legítimo? La división llegó a darse incluso entre santos o países. Del lado de Urbano VI estaba Inglaterra, Alemania e Italia; del lado de Clemente VII estaba Francia, España, Portugal y Escocia. Respecto a los santos, Santa Catalina de Siena era favorable a Urbano VI y San Vicente Ferrer favorable a Clemente VII, movido por la postura de que la elección de Urbano VI era nula.
La situación en un momento así debería llamar a la paz, a buscar una solución, sin embargo Urbano VI no lo hizo, un tanto más Clemente VII. Ambos se excomulgaron, pero Urbano incluso excomulgó cardenales, a la reina de Napoles, leal a Clemente VII, y convocó una cruzada contra ella. Los Papas empezaron a nombrar cardenales para suplir las bajas, multiplicar las embajadas y enviar delegados para ganar adeptos a su causa. La actitud papal lo que hacía era abrir más la brecha del cisma.
A la muerte de Urbano VI fue elegido Bonifacio IX en 1389, por los cardenales que eran favorables a Urbano VI, quien por lo menos hizo las paces con el rey de Napoles, reemplazante de la reina Juana. A la muerte de Clemente VII, lo sucedió en Avignon,Benedicto XIII en 1394. Es importante mencionar que los cardenales en Avignon se habían dado cuenta del problema que representaba el cisma y por ello habían establecido que cualquiera que fuera elegido como Papa, abdicaría del poder si los demás estaban de acuerdo. Lastimosamente una vez en el poder, no cumplió y empezó a vivir sólo para sus intereses personales; molesto por la forma de gobierno de Benedicto XIII, el Rey de Francia decidió no respaldar más a Benedicto XIII. Lo complejo de esto es que había un cisma dentro de otro, pues entonces Francia no respaldaba ni al Papa legítimo, Bonifacio IX ni al antipapa Benedicto XIII. La situación llevó incluso a que los santos abogaran por una solución, y eso lo instaron Santa Catalina de Siena y San Vicente Ferrer.
A la muerte de Bonifacio IX vino el corto pontificado de Inocencio VII y luego Gregorio XII. Se había buscado concretar una reunión entre Gregorio XII y Benedicto XIII pero Gregorio XII no se presenta a una reunión a la que sí llega Clemente VII, y que buscaba poner fin al cisma, pero este fracaso agitó más el ambiente. Gregorio XII encontró en la toma de Roma por parte del rey de Napolés, la excusa perfecta para no presentarse[37]. Había varias opciones para acabar el cisma, un consenso entre ambos Papas, una decisión en manos de un juez o un Concilio. Debido a la situación actual, sólo quedaba la vía de un concilio.
La situación llegó a extremos que debemos atender para analizar la problemática. Las órdenes religiosas por ejemplo se dividían, algunas provincias obedecían a Roma y otras a Avignon. La cristiandad sencilla le perdía estima al Papado, y ante tanta disputa empieza a calar el sentido de Iglesia espiritual como la importante. La necesidad de un Concilio se hacía inminente, pero surgía la pregunta, ¿acaso el Concilio podía deponer a un Papa válidamente elegido? Lo que se ponía en juego era definir, ¿cuál era la suprema autoridad de la Iglesia, el Concilio que representa a toda la Iglesia o el Papa? Esta situación dará cabida a lo que se conoció como “Conciliarismo”.
El Concilio de Pisa
Ya los cardenales que apoyaban ambos bandos se dan en la tarea de convocar un concilio en Pisa en el año 1409, pues estaban cansados de la pusilanimidad de Gregorio XII y la mala voluntad de Benedicto XIII[38]. La respuesta para el Concilio era notoria, universidades de la talla de la de París y Oxford, reyes como Carlos VI, muchos prelados también, estaban a favor del Concilio, y la misma cristiandad que anhelaba acabar con la división en la Iglesia.
En dicho concilio eligen a Alejandro V. La problemática es que no se resolvió nada porque no podía un Concilio deponer a un Papa[39]. Lo peor de la situación es que ahora quedaban 3 Papas. En el concilio de Pisa esperaban la presencia de los dos Papas, pero ninguno se presentó.
La sesión quinceava los acusó de herejía, cisma, perjurio y escándalo entre otros, y los depuso a ambos.
La cristiandad que esperaba que la unidad volviera, le dieron gran apoyo a Alejandro V y empezaron a abandonar al legítimo Gregorio XII, por lo que es llamado uno de los Papas menos respaldados de la historia.
Los apoyos luego del concilio de Pisa estaban así: Con Gregorio XII estaba Alemania, Napoles, Baviera y Polonia. Con Benedicto XIII estaba España y Escocia; y Francia, Inglaterra, Portugal, Bohemía y Prusia apoyaban a Alejandro V.
El Concilio de Pisa es un acontecimiento peculiar, que resume la vivencia de una crisis muy fuerte en la Iglesia en el siglo XV. Este sínodo no es una camarilla sacrílega. El número de padres, su calidad, autoridad, inteligencia y celosa y generosa intención, la casi unanimidad con la que llegaron a sus decisiones, el apoyo real que recibieron, alejan toda sospecha de intriga o cábala. No se parece a ningún otro concilio y tiene un lugar por sí mismo en la historia de la Iglesia, por la forma ilegal en que fue convocado, poco práctico en la elección de medios, no indiscutible en sus decisiones y sin intención de representar a la iglesia universal. El la fuente original de todos los sucesos histórico eclesiásticos desde 1409 a 1414y abre el camino a Concilio de Constanza[40].
A la muerte de Alejandro V, llega Juan XXIII (antipapa), quien contando con el mayor respaldo, incluso logró poner en su bando tanto a Francia como a Inglaterra e irse a Roma. La situación sin embargo estaba cada vez peor, pues Francia sufría la guerra interna entre borgoñeses y armagnacs por la locura de Carlos VI[41], que sirvió para que Inglaterra tomara ventaja sobre Francia. En ese momento el signo de esperanza de unidad lo ponía Segismundo, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, que es quien va a pedir que se convoque un Concilio general para solucionar el asunto. El Papa Gregorio XII, lo convoca en una carta, y Juan XXIII lo convoca también con la seguridad de que será el favorecido como el único Papa legítimo, pues por lo menos Gregorio XII piensa renunciar[42]. Juan XXIII cuando ve que la intención es deponer a los tres Papas, huyó en medio del Concilio de Constanza, pero luego fue hecho prisionero, y Benedicto XIII fue depuesto. Se le debe mucho al Emperador Segismundo, quien logró obligar al Papa Juan XXIII para la convocatoria.
HEREJIAS EN EL SIGLO XIV-XV
Debemos mencionar dos herejías que se presentaron en el siglo XIV y que serían posteriormente condenadas por el Concilio de Constanza en el siglo XV.
Juan Wyclif.
Este clérigo sienta las verdaderas bases de la Reforma protestante. Hay que entender lo que vivía la Iglesia de Inglaterra en el siglo XIV. Inglaterra estaba en lucha con Francia, lo que significaba un gran uso de dinero para la causa. Esta lucha se inicia mucho tiempo atrás porque el rey Enrique II había conquistado tierras francesas y las había anexado a su territorio, sin embargo el posterior rey Juan sin Tierra las perdería en el siglo XIII, lo que irritó a la nobleza inglesa para que firmara una carta magna, algo así como una constitución en la que toma fuerza una monarquía parlamentaria.
Igualmente, la disputa por la corona francesa por parte del rey de Inglaterra, Eduardo III, quien se consideraba descendiente de los capetos, y por ello le pelea el trono a los candidatos franceses.
Por otro lado, desde Inocencio III, la Iglesia que tenía grandes riquezas en Inglaterra se vio golpeada en sus finanzas, con lo que había entrado en disputas el Papa con el Rey. Cuando el Papado se traslada a Avignon, en Inglaterra surge un sentimiento de una Iglesia nacional, decisión tan marcada que la correspondencia entre Inglaterra y la Santa Sede era primero revisada.
Inglaterra no veía con buenos ojos el aumento de tributos que el Papa le imponía al pueblo y a la Iglesia. En este clima de disputas, en medio de un papado decadente en Avignon, aparece Juan Wyclif. Wyclif ya había logrado su doctorado en Teología y tenía el apoyo de Juan De Gante, quien estaba en contra de la intromisión del Papa en los asuntos temporales. Infructuosos son los esfuerzos del Arzobispo de Canterbury y del Obispo de Londres, la causa de Wyclif va ganando adeptos. Al Parlamento le conviene el discurso de Wyclif, discurso que poco a poco se va degenerando. Wyclif predicaba contra las órdenes mendicantes, que eran fieles al Papa[43], y contra los beneficios mismos del Papado. Cabe decir que en esas instancias muere el rey Eduardo III y le toca a Wyclif su proceso posterior con el nuevo rey.
Para 1381 ya Wyclif ataca la Transubstanciación, y posteriormente ataca casi toda la doctrina católica: el Papado, las indulgencias, los sacramentos, el celibato, cree en la Sola Scriptura, es decir, sienta las bases de la futura Reforma Protestante. Parte del éxito de Wyclif es que la Iglesia y el Estado se unieron para atacar a sus seguidores pero no para condenarlo directamente a él.
Wyclif también menciona que hay dos Iglesias: una visible y otra invisible, y que los justos pertenecen a la invisible. Negaba igualmente que un sacerdote en pecado pudiera perdonar pecados. Wyclif será el precursor del principio protestante de la Sola Scrptura, al afirmar que la Biblia es la única autoridad para la salvación.
Las doctrinas de Wyclif serán condenadas en el Concilio de Constanza, pero para ese momento ya estará muerto.
Juan de Hus
Las doctrinas de Wyclif se fueron esparciendo por medio de los pobres predicadores, quienes difundían sus doctrinas. Estas llegaron a Bohemía, en donde Juan de Hus las tomó, aunque de manera moderada. Hus era sacerdote, teólogo y rector de la Universidad de Praga. Se vivían los años del cisma de Occidente, algo que desestabilizó a la cristiandad, al tiempo que se despertaba el sentimiento nacionalista en Europa. En ese contexto, Hus difunde las doctrinas de Wyclif, prácticamente manteniendo los mismos ataques: a los sacramentos, al Papado, a las indulgencias, al clero, considerar la Biblia como única norma de fe, entre otros.
Al comienzo, Hus no rechaza la transubstanciación, ni las devociones piadosas ni que los clérigos administren sacramentos aun cuando sean indignos[44], es un proceso poco a poco.
El Papa Gregorio XII condenó los escritos de Wyclif y pidió que todos fueran quemados. Cuando el rey checo Wenceslao se enteró, le retiró el apoyo a Hus. Hus apeló al Papa en defensa de las doctrinas de Wyclif pero el Papa de Pisa (Alejandro V) en una bula le prohibió predicar, y el arzobispo de Praga lo excomulgó en 1410. Como vemos, la acción de Gregorio XII y Alejandro V muestra la pugna de poderes entre los Papas reinantes durante el cisma.
En la época de Juan XXIII, segundo Papa de Pisa, que estaba ofreciendo indulgencias para una cruzada contra el rey de Napoles, Hus predicó vehementemente en contra de sus bulas, por lo que el Papa ordenó su aprehensión, sin embargo huyó en 1412 y regresó en 1414, en donde fue citado por el Concilio de Constanza[45]. En dicho concilio al no retractarse de sus herejías, fue entregado al brazo secular que lo quemó en la hoguera.
La figura de Hus ha sido nuevamente puesta en discusión cuando en 1999, el Papa San Juan Pablo II en un discurso en Roma sobre un simposio sobre la vida de Hus dijo:
Hus es una figura memorable por muchas razones. Pero sobre todo su valentía moral ante las adversidades y la muerte lo ha convertido en figura de especial irnportarcia para el pueblo checo, también él duramente probado a lo largo de los siglos. Os doy gracias particularmente a todos vosotros por haber contribuido al trabajo de la Comisión ecuménica «Husovská», constituida hace algunos años por el señor cardenal Miloslav Vlk con el objetivo de identificar de modo más preciso el lugar que Jan Hus ocupa entre quienes aspiraban a la reforma dc la Iglesia
Hoy, en vísperas del gran jubileo, siento el deber de expresar mi profunda pena por la cruel muerte infligida a Jan Hus y por la consiguiente herida, fuente de conflictos y divisiones, que se abrió de ese modo en la mente y en el corazón del pueblo bohemo[46]
Luego, el Papa Francisco pidió perdón por la forma en que murió Juan Hus:
Lo cierto es que Hus representa un ideal de reforma, que aunque errada por las herejías promulgadas, enviaba un mensaje que la Iglesia urgía de una renovación, algo que hará estallar la herejía luterana en el siglo XVI.
Dios les bendiga

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