Cada cierto tiempo han salido, y seguramente seguirán surgiendo, historias que de tanto ser repetidas muchos las llegan a considerar verdades inobjetables, pero que en verdad son simplemente leyendas... leyendas negras, inventadas con el único fin de atacar a la Iglesia.
En esta oportunidad vamos a ver algunas de estas leyendas.
LA INQUISICIÓN
Está de moda atacar a la Iglesia acusándola de ser la causante de los mayores crímenes de la historia. La Inquisición y Las Cruzadas suelen ser temas favoritos. Es verdad que estas cosas ocurrieron y se deben examinar como parte de la historia sin justificarlas. Pero es totalmente falso e injusto concluir que estos hechos constituyen los mayores crímenes de la historia. Esas acusaciones reflejan el prejuicio anti-católico que prevalece en nuestro mundo actual.
Uno de los casos que con frecuencia se utilizan como paradigma de los horrores de la Inquisición es el famoso juicio contra Galileo. El P. Jordi Rivero cuenta que en una ocasión recibió un e-mail reprochando a la Iglesia por haber "torturado y ahogado a Galileo en la época medieval". Esta acusación, sin embargo, contiene varios errores de base:
- Galileo no vivió en los tiempos medievales,
- Galileo no fue torturado,
- Galileo no fue ahogado ni muerto por violencia sino que murió anciano (76 años) en su casa.
Es probable que el autor del e-mail tomó su información de las historias de Galileo que proliferan en los medios de comunicación.
Una cosa es criticar el juicio en si, otra cosa es atacar a la Iglesia en general. Galileo es católico tanto como lo son sus opositores. Los que atacan a la Iglesia por el caso Galileo no la aman como lo hizo él, pues a pesar de todo, fue católico toda su vida. En fin, es cierto que en el caso de Galileo se cometieron injusticias (reconocidas ya por la Iglesia en el siglo XVIII). Pero Galileo también tenía buenos amigos en la Iglesia (como el Cardenal Roberto Belarmino) y el Papa no firmó la sentencia contra el.
La Inquisición española, en particular, es esgrimida como la cara más terrible y despiadada de la Iglesia Católica, como la prueba más clara del oscurantismo católico en general y español en particular. Todo el mundo tiene una idea más o menos clara de lo que era la Inquisición y de sus proverbiales crueldades.
El Tribunal del Santo Oficio, más comúnmente conocido como La Inquisición Española (con jurisdicción en España y América), ha sido usado por los países protestantes como el súmmum de todos los horrores. Es hoy comúnmente aceptado, incluso por los católicos, que la Inquisición española torturaba sistemáticamente durante horas o días, y quemó en la hoguera a miles y miles de herejes y brujas. Se nos habla de instrumentos de tortura de todo tipo, a cual más horrible, de reos que sobrevivían mutilados de por vida, y de inquisidores sádicos que tenían a toda la sociedad aterrorizada.
No vamos a decir aquí que la Inquisición fue algo maravilloso, pues la justicia -toda la justicia- de aquellos siglos de maravilloso no tenía nada, pero a cada uno lo suyo, y los países del norte de Europa, con sus tribunales eclesiásticos, torturaron y quemaron en la hoguera a muchas más brujas y herejes que las inquisiciones del sur de Europa, y particularmente la española. La Inquisición ha sido objeto de una desmedida exageración y una flagrante falsificación de la realidad hasta el punto de que la visión que aún hoy se tiene de ella (incluso dentro de España y América) en muy poco se corresponde con la realidad. El actual imaginario popular está más alimentado por películas (Assassin's Creed, por ejemplo), novelas y documentales que por datos históricos reales, y en esos medios los anglosajones, protestantes, dominan por completo el panorama. Nuestra actual visión de la historia es la que ellos nos están dando hasta el punto de que una visión radicalmente diferente nos parecerá ya falsa.
Los tribunales de la inquisición aparecen con los judíos medievales y sus tribunales para mantener la pureza de la fe. Posteriormente fueron copiados por los musulmanes y también por los cristianos. Hubo una Inquisición medieval formada por tribunales episcopales, pero cuando se habla de la Inquisición normalmente se refiere a la que empieza a finales del siglo XV en Portugal e Italia, pero sobre todo a la de España y sus territorios, considerada con enorme diferencia la más sanguinaria. De hecho se presenta a menudo como la organización humana más cruel de la historia. Veremos aquí cuáles son las falsedades en esta imagen y por qué se crearon.
Es muy conveniente recordar también que la Inquisición española, aunque formada principalmente por funcionarios eclesiásticos, no dependía para nada del Papa, sino que dependía directamente de la corona, y por tanto era en realidad un organismo religioso al servicio del Estado, no de la Iglesia. El Papa luchó por mantener algún tipo de control sobre la institución creada por el rey, pero no lo consiguió, más allá de la autoridad moral que su cargo ejercía sobre todos.
En concreto, los eclesiásticos que formaran estos tribunales dieron como resultado una suavización de la crueldad y arbitrariedad que caracterizaba frecuentemente la justicia de la época y no, como se nos quiere hacer creer, lo contrario. Como tantas otras veces en las que Iglesia y Estado se unen, el Estado gana y la Iglesia pierde, el Estado consigue sus fines y la Iglesia queda luego sola cargando con las consecuencias.
El Santo Oficio pretendía ser el tribunal más clemente de todos porque sus fines no eran la administración de una justicia rígida y automática, sino la reconciliación del delincuente. Confesarse culpable con el Santo Oficio era obtener el perdón. ¿De qué otro tribunal se puede decir esto? El Inquisidor era tanto Padre Confesor como juez, que pretendía no una condenación, sino acabar con un extravío y devolver al rebaño la oveja descarriada. Por eso se instaba constantemente al acusado a que recordase la diferencia fundamental entre la Inquisición y los tribunales ordinarios y que su finalidad no era el castigo del cuerpo, sino la salvación del alma y por lo mismo se le imprecaba a que tratara de salvarse por medio de la Confesión.
Veamos la opinión de Fernando Ayllon en su libro “El Tribunal de la Inquisición de la Leyenda a la Historia” Pag 578 y 579. Dice así:
La Inquisición fue mucho más benigna que los tribunales de la época pues, entre otras cosas:
- Conmutó la pena de muerte por penitencias Canónicas cuando el reo se arrepentía… cosa que no ocurría ni ocurre en los tribunales civiles.
- Abolió la pena de azotes para las mujeres y los fugados de las cárceles
- Suprimió la argolla para las mujeres
- Limitó a cinco años la pena a galeras imponiéndola siempre dentro de un marco aceptable de edad (la pena a galera era perpetua en lo civil)
- Suavizó el tormento [mucho más] que los tribunales civiles. Mucho más sangrientas fueron en el siglo XX las Inquisiciones mejicanas de la revolución y la rusa de la era Staliniana [sic].
Y dejemos claro que de todo cuanto digamos siempre podremos hallar excepciones, pues los abusos y excesos eran moneda no inusual en aquella época, no solo en la Inquisición sino en todos los ámbitos, pero no estamos aquí para dar cuenta de los casos desviados sino para hablar del funcionamiento habitual.
Afortunadamente la Inquisición registró minuciosamente todos sus juicios y pesquisas como nadie lo había hecho, y la mayoría de sus archivos se han conservado. Es ahí donde encontramos la verdad sobre su funcionamiento y naturaleza y no en las fantasías que los protestantes tan magistralmente nos han sabido vender. Ha sido fundamentalmente a partir de mediados del siglo XX cuando los investigadores han empezado a analizar detenidamente esos archivos, y sus descubrimientos nos dibujan una Inquisición muy diferente de la idea popular.
Los estudios modernos sobre la Inquisición española estiman que en todos sus siglos de historia el número de ejecuciones fue bajo, sorprendentemente bajo si lo comparamos con el funcionamiento normal de la justicia de aquella época. Su control sobre la España rural (80 de cada 100 españoles vivían por entonces en el campo) era pequeño y en algunas zonas inexistente. Muchos españoles, y americanos más aún, pasaban su vida entera si haber visto jamás a un inquisidor. Esto contradice afirmaciones como las encontradas en Wikipedia cuando dice “La Inquisición vigiló la vida de cada individuo en España con una minuciosidad rara vez igualada con anterioridad al siglo XX“. Peor era aún la situación en las Américas, donde había solo tres sedes para todo el continente: México, Lima y Cartagena de Indias. Ciertamente la Inquisición ejerció un control sobre la sociedad, pero menos que el rey y desde luego mucho menos de lo que la leyenda nos ha hecho creer. Si la gente temía a la Inquisición, más temor aún causaba la guardia y los tribunales del rey o los desmanes despóticos de los poderosos.
En muy pocas ocasiones la Inquisición recurría a la tortura, muchas menos de lo habitual en aquel tiempo, y (lo crean o no) siempre bajo supervisión de un inquisidor que tenía orden de evitar daños permanentes, a menudo junto a un médico, muy diferente de las salvajes torturas de la autoridad civil. Pocos murieron en la hoguera, la pena de muerte solo se aplicaba en casos de especial gravedad, los castigos más comunes eran multas, cárcel, azotes, peregrinaciones forzadas o desfiles de humillación pública (los famosos sambenitos) o incluso una amonestación.
Tras investigar en los archivos de la Inquisición, el historiador García Cárcel estima que el total de procesados a lo largo de toda su historia fue de unos 150.000, otros rebajan considerablemente esta cifra pero sigamos con ella. Aplicando el porcentaje de ejecutados que aparece en las causas de 1560 a1700 -2 de cada 100- podría pensarse que una cifra aproximada puede estar en torno a las 3000 víctimas mortales en todos los territorios de la corona (lo cual incluye América, media Italia y otros territorios europeos). Otros historiadores, aduciendo archivos perdidos, elevan esa estimación al alza hasta los 5.000 y algunos suben, ya con poca credibilidad, hasta los 10.000, que en cualquier caso está muy muy lejos de los cientos de miles o más de un millón que a menudo se menciona. Para contextualizar estas cifras podemos citar al británico Henry Kamen, conocido estudioso no católico de la Inquisición, cuando compara las condenas de los tribunales de la Inquisición (la española y la de otros países) con las condenas de los tribunales ordinarios: “resulta interesante comparar las estadísticas sobre condenas a muerte de los tribunales civiles e inquisitoriales entre los siglos XV y XVIII en Europa: por cada cien penas de muerte dictadas por tribunales ordinarios, la Inquisición emitió una”
En el caso de las Américas, la Inquisición fue aún más laxa que en la España europea, especialmente con los indígenas, los cuales quedaron fuera de la jurisdicción de la Inquisición española y no fue hasta el siglo XVII que se creó una especie de Inquisición paralela esclusivamente para ellos, con penas generalmente mucho más leves y casi sin casos de torturas o penas de muerte.
La fantasía estrella de este mito de la cruel Inquisición está en la quema de brujas. El miedo a la brujería fue una psicosis que estalló en el norte de Europa y fue en esos países protestantes donde más personas fueron quemadas en la hoguera por ello. Cuando la locura alcanzó el sur católico, fue precisamente la Inquisición la que frenó el ansia de muchos por ver brujas por todas partes.
En 1486 se escribió un libro en Alemania titulado Malleus Maleficarum (Martillo de Brujas), que culpaba a las brujas de la mayor parte de los males, incluido el mal tiempo. Poco después, en 1490 la Iglesia declara que el libro es falso. Pero en los países protestantes el libro se convertirá en poco tiempo en una de las causas que extendieron la paranoia sobre las brujas. En 1538 la Inquisición española alerta de nuevo a sus tribunales de que no deben hacer caso a semejante libro.
El tema de la quema de brujas sigue siendo aún hoy el buque insignia de los ataques contra la Inquisición porque ahí se mezclan los prejuicios anticatólicos, anticlericales y causas feministas.
Durante trescientos años la Iglesia quemó en la estaca la asombrosa cifra decinco millones de mujeres. (El Código Da Vinci)
Esta es una cifra repetida en la literatura neopagana, wicca, new age y feminista radical, aunque en otras webs y textos de brujería actual se habla de 9 millones. Los neopaganos alegremente se unen a los protestantes magnificando las cifras de los países católicos, pero veamos qué hay de cierto en esto.
Cuando acudimos a historiadores serios se calcula que entre los años 1400 y 1800 se ejecutaron en Europa entre 30.000 y 100.000 personas acusadas de brujería. No todas fueron quemadas. No todas eran mujeres. Y la mayoría no murieron a manos de oficiales de la Iglesia, ni siquiera de católicos. La mayoría de víctimas fue en Alemania, coincidiendo con las guerras campesinas y protestantes del s.XVI y XVII. Cuando una región cambiaba de denominación, abundaban las acusaciones de brujería y la histeria colectiva. Los tribunales civiles, locales y municipales eran especialmente entusiastas, sobre todo en las zonas calvinistas y luteranas.
Los países anglosajones, los que más han contribuido a crear la Leyenda Negra sobre España y sobre el catolicismo, deberían recordar que Inglaterra, en proporción a su población, quemó en la hoguera 6 veces más brujos/as que la católica España; al fin y al cabo, la creencia en brujos y aquelarres estaba mucho más arraigada en el norte de Europa. De todas formas, la brujería ha sido perseguida y castigada con la muerte por egipcios, griego, romanos, vikingos, etc… El paganismo siempre mató brujos y brujas. La idea del neopaganismo feminista de que la brujería era una religión feminista precristiana no tiene base histórica. La idea del protestantismo de que la quema de brujas era más propio de la Inquisición católica, tampoco.
El historiador danés Gustav Henningsen hace un estudio de la quema de brujas en Europa y nos da cifras sin hacer distinciones entre confesión religiosa o tipo de tribunal. Veamos lo que él dice:
No fue la Inquisición quien inició la persecución sino la justicia civil en Suiza y Croacia. Resulta interesante ver cómo la Inquisición de Milán no sabía qué hacer con dos caminantes nocturnas que en 1384 confesaron haber participado en una especie de aquelarre blanco en el que el hada Madonna Oriente les instruía en la forma de ayudar a la gente a combatir la brujería. Parece ser que la legalización de la caza de brujas tuvo su origen en las exigencias del pueblo, que presionaba a los tribunales civiles. Poco a poco, la Iglesia también hubo de adaptarse a esta corriente; pero la Inquisición no aparece involucrada en ese tipo de persecuciones con anterioridad al siglo XV. […] Se calcula que hubo cerca de 100.000 causas de brujería en Europa, de las cuales, la mitad, o sea, unas 50.000 personas acabaron en la hoguera. Pero, como podemos ver, la intensidad de las persecuciones varió mucho de país a país.
Tengamos en cuenta que algunos de los países que hoy son católicos, en la peor época de caza de brujas estaban en manos de los protestantes, como la misma Polonia o Liechtenstein. Los tres principales países católicos, Portugal, España e Italia, son justo los que menos incidencia muestran. Casi a continuación va Francia, que ya no tenía Inquisición.
Las torturas
En una entrevista de Televisión Española (TVE) le preguntaron a Óscar Villarroel, profesor de Historia de la UCM, si todo lo que nos cuentan sobre las torturas en la Inquisición es cierto. Su respuesta fue: “Eso es leyenda negra a más no poder. Nos creemos todo lo que han dicho sobre nosotros los anglosajones“. Muy triste pero cierto, porque ellos dominan los medios y la información, pero también porque los sectores ateos y anticlericales hispanos aceptaron hace tiempo entusiasmados un argumento fuerte que con el que atacar a la Iglesia, aunque sea a costa de creer que nuestros antepasados del Siglo de Oro eran una raza de brutos, oscurantistas y catetos ¿y aún así pudieron lograr el dominio político, cultural y artístico de Occidente?
Para empezar, por suerte la tortura hoy es considerada algo abominable, pero en aquellos tiempos era vista como algo perfectamente legítimo y razonable, hasta el punto de que no se entendería la Justicia sin el “valioso” recurso de la tortura. Todos los tribunales, civiles o eclesiásticos, de todos los países europeos (y del resto del mundo) practicaban la tortura como parte lógica del sistema de justicia. Escenas que hoy nos parecen horriblemente crueles y bárbaras, por entonces eran vistas como algo normal, y no podemos juzgar a las gentes de otras épocas utilizando nuestros valores modernos, y menos aún aplicar ese juicio a unos sí y a otros no. Los extranjeros que en aquella época criticaban a la Inquisición, lo hacían no por torturar, sino por torturar protestantes y por hacerlo con una saña muy superior a la habitual. Ambas cosas son en gran medida falsas.
El jurista romano Azo, en el siglo XIII, definía la tortura así: “La tortura es la búsqueda de la verdad mediante el tormento“. Y esa definición es la que imperó hasta la llegada del XIX en toda Europa. No se veía como un tormento sádico y cruel, sino como una herramienta necesaria para encontrar la verdad, al menos en casos graves. En la práctica el estado también la usaba como castigo, mas no la Inquisición (si exceptuamos los azotes).
La Inquisición española, comparada con los tribunales de la época (dentro y fuera de España) era más bien un tipo de justicia blanda, refinada y erudita formada por universitarios (rara avis en aquella sociedad). Mientras por entonces era frecuente condenar a gente solo por falsas acusaciones e incluso fantasías (como el volar sobre escobas y acostarse con el diablo), la Inquisición estaba formada por hombres de leyes, formados en universidades renacentistas, críticos y escépticos en cuanto al valor de la tortura para descubrir la herejía. Al contrario de lo habitual, muchos de ellos buscaban la evidencia más al estilo moderno (investigando, buscando pruebas, razonando) que al de su propia época; esto les llevó a desestimar acusaciones que en otros tribunales hubieran supuesto una condena a muerte segura.
Su detallado manual de comportamiento (llamado Instrucciones del Santo Oficio de la Inquisición) obligaba a todos a seguir unos procedimientos muy determinados e imponer unos castigos claramente tipificados, de forma que se evitaba en gran medida los arrebatos y abusos tan corrientes en los tribunales civiles de entonces.
La Leyenda Negra
Pero entonces ¿de dónde y por qué surgió esa leyenda? Para entender la respuesta tenemos que situarnos en el siglo XVI, pues es entonces cuando la Inquisición pasa de ser alabada en el extranjero a ser considerada la suma de todos los horrores de los que es capaz el ser humano… con la ayuda de Satanás. En ese siglo España es una superpotencia de tal calibre que en todo Occidente y las Américas ningún país le hace la más mínima sombra, algo así como hoy Estados Unidos pero con un poder multiplicado por diez. La mitad de Europa (y por supuesto América) estaba directamente bajo su dominio. Carlos V era, además, el emperador del Sacro Imperio Germánico. Eso lógicamente ya sería suficiente para provocar el odio y el recelo de los demás, pero además es que España se alzó como líder indiscutible en la defensa del catolicismo. Eso hizo que sobre todo los países protestantes considerasen a España la cuna de todas las abominaciones. Atacar a España no solo significaba ir contra el poder político, sino igualmente ir contra la Iglesia Católica, pues ambas eran, para ellos, casi una sola cosa.
Tras el alzamiento protestante, la primera gran batalla que dieron contra los católicos fue en Mühlberg. Allí sufrieron una derrota aplastante a manos de Carlos V. Los protestantes se dieron cuenta de que contra España poco podían hacer con las armas, así que empezaron una batalla muy diferente y novedosa que lograría, con tremendo éxito, focalizar en España el odio de todas las naciones: la propaganda. La recién inventada imprenta se convirtió en la mejor arma contra la imbatible y odiada España. Y así, en solo unas décadas, se forjó la Leyenda Negra, llena de falsedades, exageraciones y calumnias, nacida en Alemania pero desarrollada sobre todo por Inglaterra, para extenderse pronto por todo Occidente. No importa cuánta imaginación le pongas si el público está tan predispuesto a creérselo todo.
La malvada y satánica Inquisición fue la pieza principal en esta estrategia, pues en ella se fundían convenientemente el elemento hispano y el católico. Una de las primeras piezas de esta leyenda la puso un protestante, un tal Montanus, huido de España (hoy es identificado como Antonio del Corro). Montanus publicó en Alemania, en el año 1567, una obra titulada “Sanctae Inquisitionis Hispanicae Artes” (Las mañas de la Santa Inquisición Española). Este libro fue rápidamente traducido a muchos idiomas y creó una imagen distorsionada de la Inquisición que, con el tiempo, se iría exagerando cada vez más. Montanus hace un relato básicamente veraz pero muy exagerado, en donde la excepción se convierte en norma, donde todos los acusados son inocentes y todos los inquisidores sádicos taimados, donde la tortura es lo habitual.
Para entenderlo es como si hacemos un estudio de la justicia en Estados Unidos y hablamos con exageración solo de los casos de corrupción y soborno, de los casos en los que la policía ha disparado sobre raterillos desarmados, sobre los casos en los que el FBI ha utilizado la tortura, etc. y presentamos luego todo eso como la prueba de que la justicia americana es cruel, despótica y arbitraria, reflejo de un pueblo igual de cruel y déspota. Aunque los casos sean reales, la imagen que da es totalmente falsa y las conclusiones que saca son claramente calumniosas. Pues algo parecido fue el libro de Montanus, que abrió la veda a la posterior riada de episodios ya salidos de la calenturienta imaginación de gente interesada en generar odio.
El aspecto más destacable de la obra de Montanus, además de su exageración, es quesu crítica a la Inquisición se realiza exclusivamente desde la perspectiva de la Reforma protestante. A Montanus no parecía importarle y, ciertamente ni siquiera lo mencionó, el que el principal objetivo de la Inquisición fueran los judíos conversos y prefirió centrarse en lo que fue precisamente la menos importante de las áreas en donde el Santo Oficio intervino: la supresión del protestantismo. Lo cierto es que en los primeros autos de fe celebrados contra los protestantes, entre 1558 y 1562, apenas un centenar de protestantes fueron ejecutados, y posterior a esa fecha la represión fue mucho menor, calculándose que unos 200 fueron procesados, de los cuales solo 10 fueron ejecutados. La suerte de los católicos en los países protestantes fue mucho peor que la de los protestantes en España, y sin embargo la propaganda protestante rápidamente creó la imagen de que la Inquisición Española perseguía, torturaba y asesinaba sin descanso a miles y miles de protestantes.
Y tanto arraigó el mito que cuando España perdió el poder hasta convertirse en un país de segunda en la periferia europea, la leyenda de la Inquisición no solo no fue olvidada, sino que siguió fresca como el primer día y tratada en todas partes como hechos probados (solo que sin ninguna prueba), y más gente se sumó a la causa, no ya por ir contra España, sino por ir contra la Iglesia Católica. La Ilustración francesa en el siglo XVIII convirtió a la Inquisición española en el perfecto ejemplo de lo cruel y malvada que puede ser la Iglesia Católica, a pesar de que en ese siglo la Inquisición ya casi ni funcionaba y estaba a punto de desaparecer, y a pesar de la tremenda crueldad desplegada por los revolucionarios franceses. Desde entonces, los ateos se sumaron a los protestantes en la batalla de calumnias contra la Inquisición, pues si los protestantes la usaban como símbolo de las maldades del catolicismo, los ateos la usaban como prueba de las maldades del cristianismo en general, y de la Iglesia en particular.
Los historiadores anglosajones rectifican
Los estudios sobre la Inquisición de Dr. James Hannam, moderno historiador formado en Cambridge son relevantes precisamente porque su nacionalidad inglesa evita acusarlo de parcialidad hacia la Inquisición española. Publicó un escrito sobre el tema titulado “Preguntas Frecuentes acerca de la Inquisición“, en donde resume la imagen de la Inquisición española que se deriva de sus investigaciones, citando a otros historiadores anglosajones también. Es poco probable que Hollywood y la literatura se sumen a esta nueva imagen que sale de los estudios recientes, pues es mucho más sosa y menos “emocionante” que los mitos actuales, pero al menos vemos cómo a nivel de eruditos, los anglosajones al fin están empezando a rectificar.
*La Inquisición solo tenía jurisdicción sobre los cristianos, por lo tanto podía procesar a judíos y musulmanes conversos (o sea, bautizados) acusados de sincretismo, pero nada podía hacer contra los judíos o musulmanes que seguían practicando su fe. Los indios, aunque fueran bautizados, también quedaron fuera de su jurisdicción por considerar que al ser neófitos en la fe les resultaría demasiado fácil quebrantarla sin ser si quiera conscientes de ello.
Conclusión
No pretendemos en este artículo defender a la Inquisición o convencer a nadie de sus bondades sino demostrar que la imagen de exagerada crueldad que hoy tiene no es fiel a la realidad. Por rigor intelectual, y por sentido común, para hacer una comparación entre instituciones históricas es preciso partir de un principio que es la norma de todo verdadero historiador serio: no se puede juzgar, ni valorar, ni explicar el pasado con los criterios y valores del presente. Ya sabemos que hay otro tipo de “historiadores” que hacen lo contrario, y por eso sus teorías y curiosas ideas son las más jaleadas, repetidas y difundidas, pues resultan más emocionantes y entendibles, o dicen a la gente lo que quiere oír; ante este hecho hay que recordar que Emil Ludwig, en su biografía de Bismarck, recogía unas curiosas palabras del Canciller: “Hay dos clases de historiadores. Los unos hacen claras y transparentes las aguas del pasado; los otros las enturbian“. En el caso de la leyenda negra de la Inquisición, había y hay muchos intereses para que esas aguas bajasen turbias.
En principio la macabra leyenda se forjó como reacción de los países protestantes europeos contra una hegemónica España católica que amenazaba su política y su religión, odio político y religioso lisa y llanamente. Afortunadamente, la historiografía moderna está ahora mismo en un proceso de replanteamiento.
Las Cruzadas
"Puedo asegurar que las Cruzadas fueron guerras legítimas de defensa" , Rodney Stark, escritor.
El siglo XI vio nacer la primera de las ocho cruzadas que se sucedieron hasta bien entrado el siglo XIII. Urbano II convocó la primera durante el concilio de Clermont en 1095, con el fin de reconquistar los santos
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lugares de Jerusalén que estaban en manos de los mahometanos desde 1071.
El siglo XI vio nacer la primera de las ocho cruzadas que se sucedieron hasta bien entrado el siglo XIII. Urbano II convocó la primera durante el concilio de Clermont en 1095, con el fin de reconquistar los santos lugares de Jerusalén que estaban en manos de los mahometanos desde 1071. Pedro el Ermitaño la promovió entre el pueblo y así logró reunir un ejército enorme de veinte mil cruzados. Con hambre y desorientados, llegaron al imperio bizantino que los miraba con recelo por las tropelías que cometían a su paso.
Abusos, que como veíamos en la primera parte de esta lección, no representan al evento en sí, sino que son rupturas magnificadas por los enemigos de la Iglesia para desprestigiarla por medio de una la "leyenda negra" construida por los iluministas como arma de la guerra psicológica contra la Iglesia Romana, mentira que terminó por instalar un "problema de conciencia" entre los católicos, aparte de enraizarse en el imaginario popular.
Veamos los hechos ¿Quien fue agredido y quien es el agresor? Cuando en 638 el califa Omar conquista Jerusalén, ésta era, desde hacía más de tres siglos, cristiana. Poco después, secuaces del Profeta invaden y destruyen las gloriosas iglesias, primero de Egipto y, después, de todo el norte de África, llevando la extinción del cristianismo en lugares que habían tenido obispos como Santo Agustín. Después le tocó su turno a España, a Sicilia, a Grecia, a aquella que será llamada ‘Turquía’, donde las comunidades fundadas por el mismo San Pablo se convirtieron en montes de ruinas. En 1453, después de siete siglos de asalto, capitula y es islamisada la misma Constantinopla, la segunda Roma. El tornado islámico alcanza los Balcanes, y, como por milagro, es detenido y obligado a retirarse de las puertas de Viena.
Entretanto, hasta el siglo IX, todo el Mediterráneo y todas las costas de los países cristianos que le miran, son "reservas" de carne humana: navíos y países serán asaltados por incursiones islámicas, que retornan a las guaridas magrebíes llenos de botines, de mujeres y de jóvenes para los placeres sexuales de los ricos y de los esclavos obligados a morir de agotamiento o para ser rescatados a precios altísimos por los Mercedarios y Trinitarios. Condénese, con justicia, la masacre de Jerusalén en 1099, pero no se olviden de Muhamad II, en 1480, en Otranto, simple ejemplo de un cortejo sanguinario de sufrimientos. Aún hoy: ¿qué países musulmanes reconocen a los otros que no sean los suyos, los derechos civiles o la libertad de culto? ¿Quien se indigna con el genocidio de los armenios, antes y de los sudaneses cristianos, hoy?
Una simple revisión de la historia, incluso en sus líneas generales, confirma una verdad evidente: una Cristiandad en continua posición de defensa en relación a una agresión musulmana, desde el comienzo hasta hoy (en África, por ejemplo, está en curso una ofensiva sanguinaria para islamizar las etnias que los sacrificios heroicos de generaciones de misioneros habían llevado al bautismo).
La Iglesia no tiene miedo a la verdad que emerge de la historia y esta dispuesta a reconocer equivocaciones allí donde se han verificado, sobre todo cuando se trata del respeto debido a las personas y a las comunidades. Ella confía la investigación sobre el pasado a la paciente y honesta reconstrucción científica, libre de prejuicios de tipo confesional o ideológico, tanto por lo que respecta a las atribuciones de culpa que se le hacen como respecto a los daños que ella ha padecido.
Según el profesor Cardini, las Cruzadas no han sido nunca "guerras de religión", no han buscado nunca la conversión forzada o la supresión de los infieles. Los excesos y violencias realizados en el curso de las expediciones -que han existido y no se deben olvidar- deben ser evaluados en el marco de la normal aunque dolorosa fenomenología de los hechos militares.
Por descontado que quienes, hace más de novecientos años, asaltaron Jerusalén, se habrían sorprendido bastante si alguno les hubiera dicho que estaban realizando lo que se llamaría "primera Cruzada". Aquello para ellos era itinerario, "peregrinación", recorrido, pasaje. Aquellos mismos «peregrinos armados» se habrían sorprendido aun más si hubieran previsto que les sería atribuida la intención de convertir a los "infieles" o de asegurar vías comerciales a Occidente o de crear "colonias" europeas en Medio Oriente...
La Conquista de América
En 1492 se inicia un encuentro entre dos mundos sumamente diferentes en su desarrollo cultural y técnico. Europa halla en América dos culturas notables, la mayo-azteca, en México y América central, y la incaica en Sudamérica, y un conjunto de pueblos sumidos en condiciones sumamente primitivas.
La Europa cristiana y las Indias son, pues, dos entidades que se encuentran en un drama grandioso, que se desenvuelve, sin una norma previa, a tientas, sin precedente alguno orientador. Ambas, dice Rubert de Ventós, citado por Pedro Voltes, eran "partes de un encuentro puro, cuyo carácter traumático rebasaba la voluntad misma de las partes, que no habían desarrollado anticuerpos físicos ni culturales que preparasen la amalgama. De ahí que ésta fuera necesariamente trágica" (Cinco siglos 10).
Al Descubrimiento siguió la Conquista, que se realizó con una gran rapidez, en unos veinticinco años (1518-1555), y que no fue tanto una conquista de armas, como una conquista de seducción -que las dos acepciones admite el Diccionario-. En contra de lo que quizá pensaban entonces los orgullosos conquistadores hispanos, las Indias no fueron ganadas tanto por la fuerza de las armas, como por la fuerza seductora de lo nuevo y superior.
¿Cómo se explica si no que unos miles de hombres sujetaran a decenas de millones de indios? En La crónica del Perú, hacia 1550, el conquistador Pedro de Cieza se muestra asombrado ante el súbito desvanecimiento del imperio incaico: "Baste decir que pueblan una provincia, donde hay treinta o cuarenta mil indios, cuarenta o cincuenta cristianos" (cp.119). ¿Cómo entender, si no es por vía de fascinación, que unos pocos miles de europeos, tras un tiempo de armas muy escaso, gobernaran millones y millones de indios, repartidos en territorios inmensos, sin la presencia continua de algo que pudiera llamarse ejército de ocupación? El número de españoles en América, en la época de la conquista, era ínfimo frente a millones de indios.
¿Qué hubo abusos? Sí, y no sólo contra los indígenas, también españoles fueron sometidos a la injusticia de quienes creían tener el poder en sus manos. Y ahí es donde surge Fray Bartolomé de Las Casas, quien para defender una causa justa se valió de datos falsos o poco precisos, que más tarde empleó la propaganda extranjera con el propósito de levantar la Leyenda Negra contra España ¿20 millones de muertos causados por la violencia y abusos de los conquistadores? Los enemigos de España y de la Iglesia dieron por buena esa cifra hasta que los propios enciclopedistas franceses cuestionaron su verosimilitud. El daño, no obstante, ya estaba hecho.
Pío XII
La leyenda negra lo llama "El Papa de Hitler", pero en realidad es que Eugenio Pacelli, Su Santidad Pío XII, era un hombre santo que hizo todo lo que estuvo en su poder para proteger a los perseguidos de la II Guerra Mundial y muy especialmente a los judíos.
Pero los hechos desmantelan las mentiras, sino como explicar que qué al finalizar la guerra recibió tantos homenajes de los más importantes representantes de la comunidad judía internacional y por qué a la muerte de Pío XII, en octubre de 1958, esa gran mujer, Golda Meir, pilar fundamental de la creación del Estado de Israel, expresó en las Naciones Unidas. "Compartimos el dolor de la humanidad por la muerte de Su Santidad Pío XII. En una generación afligida por guerra y discordias, él ha afirmado los altísimos ideales de la paz y de la piedad. Durante el decenio del terror nazi, cuando nuestro pueblo sufría un terrible martirio, la voz del Papa se elevó para condenar a los perseguidores y apiadarse de sus víctimas. La vida de nuestro tiempo se ha visto enriquecida por una voz que expresaba las grandes verdades morales más allá del tumulto de los conflictos cotidianos. Lloramos a un gran servidor de la paz".
Pío XII, al contrario de lo que muchos creen, tuvo participación activa en la ayuda a los judíos. Se estima que con su obra se lograron salvar unos 800 mil. El Santo Padre los escondía en el Vaticano, sobre todo en Castel Gandolfo, la residencia estival de los Papas.
Llegó a ceder su propia cama para que mujeres judías dieran a luz allí. En total nacieron 42 niños y muchos de ellos fueron llamados Eugenio como acción de gracias a la ayuda del Papa.
También entregó a Israel Zolli, el entonces gran rabino de Roma, un considerable aporte en oro para completar los 50 kilos que los nazis le pidieron entregar a los judíos, algo que no evitó una gran redada en la que volvió a esconder a muchos. Este y otros gestos hicieron que el rabino se convirtiera al catolicismo, bautizándose con el nombre de Eugenio.
La protección de Pío XII a los judíos y su firmeza moral hicieron que los nazis idearan un plan para secuestrarlo en 1944 cuando el régimen había ocupado Roma. Sin embargo nunca pudieron realizarlo.
¿De donde surgió esta mentira? Un ex espía de la KGB, Ion Mihai Pacepa, denunció en un artículo publicado en el National Review Online que el Kremlin y la inteligencia rusa armaron -en la década de 1960- un plan llamado "Asiento 12" para destruir la autoridad moral de la Iglesia Católica.
Pacepa indicó que el principal objetivo era el Papa Pío XII debido a que había fallecido hacía dos años y, como decía el entonces Presidente de Rusia, Nikita Khrushchev, "los muertos no pueden defenderse".
Pacepa contó que la KGB "quería presentarlo como un antisemita que había alentado el holocausto de Hitler". Para lograrlo le pidieron modificar algunos documentos originales del Vaticano. El espía rumano envió cientos de documentos a la KGB relacionados con Pío XII. Sin embargo, no encontró ninguno que incriminara al Papa, por lo cual los alteró. Estos documentos fueron la base para la obra de teatro "El Vicario" escrita y publicada en 1963 por el alemán Rolf Hochhuth. En ella se presenta a Pío XII como un Papa partidario de los nazis e indiferente al holocausto judío. La obra llegó a traducirse a 20 idiomas.
Pero "más rápido se descubre al mentiroso que al ladrón", pese a los esfuerzos comunistas la verdad va saliendo a la luz y la imagen del Papa Pío XII queda limpia, al menos ante los ojos de quienes estudian la historia.
La Papisa Juana
Se trata de una leyenda que se remonta al s. XIII (Crónica Universal de Metz), y que trata de hacer existir a este personaje en siglos diversos, sin que haya mucho acuerdo en las fechas (siglos IX, X y XI) o en el nombre (Inés, Gilberta, Ute...).
Cuenta esta leyenda que una mujer, para poder salir de la pobreza, vistió el hábito de un monje muerto por la peste y se dedicó a predicar por los pueblos. Su fama creció tanto que más adelante tuvo su propia iglesia... después fue nombrada obispo..., cardenal..., y papa. Juana fue descubierta públicamente, ya que quedó embarazada y dio a luz durante una procesión.
Valoración crítica. Esta supuesta papisa es por completo un invento de la imaginación. En el siglo XV, tras el despertar del criticismo histórico, algunos estudiosos como Aeneas Silvius (Espist., I, 30) y Platina (Vitae Pontificum, No. 106) encontraron que la historia no tenía sustento. Desde el siglo XVI historiadores católicos empezaron a negar la existencia de la papisa, ejemplos de ello fueron Onofrio Panvinio (Vitae Pontificum, Venecia, 1557), (Vitae Pontificum, Venice, 1557), Aventinus (Annales Boiorum, lib. IV), Baronius (Annales ad a. 879, n. 5) y otros.
Valoración protestante. Quien demolió las bases de esta leyenda fue precisamente un protestante, David Blondel (1590-1655), que publicó sus resultados ("Joanna Papissa", 1657) en Ámsterdam en 1647 y 1657; además Leibniz ("Flores sparsae in tumulum papissae" in "Bibliotheca Historica", Göttingen, 1758, 267 sq.) también admitió que la papisa jamás existió. Sin embargo, numerosos protestantes hicieron uso del mito en sus ataques al papado. Todavía en el siglo XIX, cuando lo insostenible de la leyenda fue reconocido por historiadores serios, algunos protestantes (e.g. Kist, 1843; Suden, 1831; y Andrea, 1886) intentaron, con un espíritu anti-romano, probar la existencia de la papisa. Incluso Hase ("Kirchengesch.", II, 2nd ed., Leipzig, 1895, 81) no pudo reprimir escribir una nota llena de rencor y carente en absoluto de valor histórico sobre este tema.
Origen de la leyenda
Respecto al origen en sí de la leyenda se han establecido diferentes hipótesis:
Siempre según la leyenda, la suplantación de Juana obligó a la Iglesia a proceder a una verificación ritual de la virilidad de los Papas electos. Para ello, un eclesiástico era el encargado de examinar manualmente los atributos sexuales del nuevo Pontífice a través de una silla perforada.
Conclusión
Las pruebas principales del carácter enteramente mítico de la papisa son:
Ninguna fuente histórica contemporánea entre las historias de los papas tiene conocimiento alguno de la Papisa Juana. Resulta difícil de creer que la aparición de una papisa, si hubiese sido un hecho histórico, no hubiera sido confirmada por ninguno de los numerosos escritores habidos entre los siglos X y XIII.
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Dios los bendiga.
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