Ni el destino, ni la suerte, ni la cruz que te tocó.


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Cada uno piensa, siente y vive diferente. Nadie es igual a otro pero como seres humanos, estamos constituidos por la misma naturaleza, tenemos cuerpo, mente y alma.  Nuestra capacidad de razonamiento nos hace diferentes del resto de los animales.

Después de nacer, los animales tienen periodos muy cortos de adaptación al medio ambiente, sus padres les sustentan el alimento por muy poco tiempo y después dejan el hogar para valerse por ellos mismos. Los humanos en cambio tenemos un periodo mayor de adaptación, transcurren varios años durante los cuales son nuestros padres quienes proveen lo necesario para que podamos vivir y al mismo tiempo recibimos educación y preparación para la vida; esto nos hace totalmente diferentes del resto de los animales. Al no disponer de un pelaje utilizamos ropa, nuestra dentadura no ha evolucionado para morder y arrancar, necesitamos cortar para después masticar y poder así deglutir, a los demás animales los gobiernan los instintos (sienten y reaccionan) pero los seres humanos sentimos, pensamos y luego actuamos.

Los sentimientos nos hacen ser empáticos con nuestros semejantes y nuestra capacidad de razonamiento y voluntad nos permiten elegir entre las opciones que tenemos. Desde nuestra creación fuimos provistos del libre albedrío, la voluntad de Dios no está por encima de nuestra voluntad, Él no obra sobre nosotros sin que le demos permiso y por eso no es válido decir que la situación que estamos viviendo se debe al destino, a la suerte, a que Dios así lo quiso o que es la cruz que nos tocó.

El plan de Dios para cada uno de nosotros es que vivamos felices y el destino que nos trazó es el de la salvación. Cada uno decide el camino por donde ir y Él espera que lleguemos. 
Hemos visto que a través de la historia, Dios nunca nos ha dejado solos pues, poco tiempo después de la desobediencia de nuestros primeros padres (adán y Eva), mandó a los profetas (uno tras otro), nos puso por escrito una guía de vida (los mandamientos) y algunos siglos después continuó mandando consejos (los proverbios). Como nuestra naturaleza es débil, ni los mandamientos, ni los profetas y ni los consejos lograron impedir que al tropezarnos; cayéramos. Entonces decidió venir Él mismo, tomando nuestra forma y naturaleza humana para nacer de una mujer en una familia humilde y con un padre adoptivo que lo preparó para la vida, fue así que; siendo muy joven debió trabajar y hacerse cargo de su madre. Se hizo de 12 amigos, los preparó y nombró a uno como su sucesor. Entonces con el precio de su vida, decidió pagar la salvación de las almas de aquellos que quisieran seguirlo con firme arrepentimiento y con un cambio radical en sus vidas.


El argumento de "es la cruz que me tocó", está basado en una mala interpretación de Mt. 16, 24
Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz y me siga.
  • Que renuncie así mismo significa no caer en demasiada comodidad, disponernos y ponernos al servicio de los demás para que alcancen la salvación.
  • Cargue con su cruz es arrepentirnos de nuestros pecados y aceptar las consecuencias de nuestros actos.
  • Me siga significa que una vez que cambiamos nuestro estilo de vida, nos dispongamos a vivir como nos dictan los mandamientos (dar testimonio) y trabajar para que quienes no lo hayan conocido aún; le encuentren y se dispongan a seguirlo.
Hermano, el destino Tú lo forjas, la suerte no existe y cargar con la cruz de cristo debe llevarte a la felicidad. Si piensas que por el destino, suerte o que por la voluntad de Dios no eres libre y feliz, es momento para que hagas un alto, recapacites; para que te confieses y te dispongas a hacer lo necesario para alcanzar la salvación.

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